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ÁLEF, la primera letra del alfabeto, se representaba en la escritura sinaítica mediante una especie de cabeza de buey, simbolizando el poder, la fuerza.
ÁLEF es además la letra con la que comienza la palabra “Elohím”, una forma plural hebrea de referirse a Dios, usada en pasajes como la creación en Génesis: “Entonces dijo Dios (Elohím): hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza” (Gn1:26a); o la Shemá en Deuteronomio: “Oye Israel, el Señor nuestro Dios (nuestro Elohím), el Señor uno es” (Dt6:4). La letra ÁLEF consta de 3 trazos. 3 trazos que conforman una sola letra que da inicio al término plural para referirse a Dios. ¿Acaso la unidad de Dios es de tipo compuesto y complejo? ¿Acaso Dios es UNO, en TRES personas? ¿Acaso la Trinidad está esbozada en el Antiguo Testamento, ya desde el Génesis, y presente en forma críptica en uno de los nombres de Dios: Elohím?
Cada letra del alfabeto hebreo tiene un valor numérico. El valor numérico de la letra ÁLEF es 1; BET, la siguiente letra tiene un valor numérico de 2, y así sucesivamente con las 22 letras del alfabeto. Este sistema permite a su vez, que cada palabra tenga un valor numérico único también. En el caso de la caligrafía de la letra ÁLEF, cada uno de los 3 trazos que la componen corresponde a otras 3 letras del alfabeto: Una IÓD, una VAV, y otra IÓD. Siendo el valor numérico de la IÚD un 10 y 6 el de la VAV, obtenemos un valor numérico de 26 para la letra ÁLEF en cuanto a su representación pictográfica. 26 es también el valor numérico de la palabra YÁVUE, el tetragrama que identifica el nombre sagrado de Dios: “YO SOY”. La ÁLEF por lo tanto es tipo de la divinidad y nos habla de la divinidad.
Por otro lado, en hebreo además se pueden descubrir significados en las palabras, leyéndolas de atrás hacia adelante. Esto no se hace en otros idiomas, pero sí en el hebreo. Si leemos ÁLEF de atrás hacia adelante, el resultado es: PÉLE. PÉLE significa: "maravilla". Este término también tiene una connotación de divinidad. En el Antiguo Testamento los teólogos han identificado las intervenciones de un Ángel conocido como el Ángel del Señor, con la persona de Jesús. Se trata de teofanías, o apariciones de Jesús antes de su encarnación en el vientre de la virgen María.
Una de esas apariciones sucede en el libro de los jueces, hacia el años 1450AC. En esa instancia este misterioso Ángel se le aparece a Manoa, padre de Sansón. Antes de ascender en la llama del animal sacrificado con el que Manoa y su esposa lo honraron, el Ángel se hace llamar a sí mismo: Admirable (Jue13:18). Cuando vamos al original hebreo, descubrimos que el término exacto que el Ángel usó para referirse a sí mismo fue: “PÉLE”, “maravilla”. Es decir, ALEF leída de atrás hacia adelante. Este detalle nos ayuda a comprender que los eruditos están en lo cierto cuando interpretan que este Ángel es divino, es Jesús, es Dios mismo haciéndose visible. No se trata de un ángel común, un arcángel o un serafín. El título Admirable o Maravilloso es prerrogativa de la divinidad, y esconde en sí la letra ÁLEF, letra asociada con la divinidad, con el nombre sagrado de Dios, “YÁVUE” en cuanto a su valor numérico, y con el término hebreo plural para referirse a la plenitud de Dios: “Elohím”.