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El mar siempre ha sido parte de la familia, sinónimo de tiempo libre, desconexión, encuentro y reinicio. Ha estado presente en cada etapa vital y puesto color a una en específico. La transición de la infancia a la juventud siempre es dura y turbulenta, llena de inseguridades, cambios y reinvenciones. No lo hicimos bien y aquel color nos tuvo atrapados mucho más tiempo del que merecíamos. Bienvenidos al fantasma de arena y sal, un azul cerúleo que se negaba a aclarar su color y nuestras ideas.