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La alegría de un niño al abrir regalos en la mañana de Navidad es pura magia. Su rostro se ilumina con una mezcla de asombro y emoción, como si cada envoltorio escondiera un mundo nuevo lleno de sorpresas. Sus ojos brillan al ver el primer regalo, y con manos temblorosas de emoción rasga el papel, ansioso por descubrir qué hay dentro. El aire está lleno de risas, gritos de alegría y abrazos, mientras el niño se sumerge en un mar de colores y papeles, sin poder contener la felicidad que inunda su corazón. Cada regalo es una promesa de aventura y diversión, y en ese momento, el mundo entero parece detenerse, como si todo lo que importara fuera la maravilla de estar en ese instante, rodeado de amor y magia navideña.