Abrazo de fuego: combustión | Experimenta en casa | Parque Explora

Experimenta con la COMBUSTIÓN en un ABRAZO de fuego y de FÓSFOROS.
Nuestra historia con las CERILLAS -y el fósforo, el elemento químico que les da su nombre más conocido- es la de la búsqueda de la luz, el calor y uno que otro fracaso en la obtención de piedras mágicas o transmutaciones.
El origen del FÓSFORO nos lleva hasta la ciudad alemana de Hamburgo en 1669. Henning Brandt, que se consideraba a sí mismo un ALQUIMISTA, llevaba semanas en su laboratorio afinando la receta para hervir orina hasta reducirla a un jarabe espeso. Quería encontrar la PIEDRA FILOSOFAL, capaz de convertir metales ordinarios en ORO. Su proeza fracasó, pero le reveló el punto de partida de las futuras cerillas, este utensilio tan cotidiano que hoy tenemos en nuestras cocinas o kits de emergencia.
En lugar de piedras preciosas, al evaporar y destilar la orina Brandt encontró entre los humos blancos de la combustión la forma pura del FÓSFORO, una sustancia también blanca que brillaba en la oscuridad y que ARDÍA al contacto con el aire.
De este resplandor, un ardor que procede de la reacción del fósforo con el OXÍGENO del aire, vino su nombre: 'phôs', del griego 'LUZ' y 'phoros' que significa 'portador', en homenaje al planeta Venus, apodado estrella de la mañana o portador de la luz.
Tardaríamos más de trescientos años en refinar las cerillas hasta su forma actual. Inicialmente se fabricaban con materiales muy REACTIVOS y PELIGROSOS que eran un veneno mortal incluso en dosis bajas. Los primeros fósforos de seguridad fueron un invento del sueco Gustaf Erik Pasch en 1844. En estas cerillas se sustituye el fósforo blanco por rojo y se separa la cabeza de la cerilla de la superficie en la que se frota.
El fósforo es un elemento esencial para la VIDA. Las plantas necesitan fósforo para el crecimiento de sus células y la formación de frutos y semillas. Un humano adulto lleva consigo 0,7 kg de fósforo en sus huesos y dientes, a la manera de fosfato de calcio.
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