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Un animal siente, goza y sufre, llora, tiene la misma alma que los llamados humanos, forma parte del mismo universo y es una criatura viviente que debería ser respetada. Ellos, los animales, tal vez sean los únicos en entrar en ese edén prometido a los limpios de corazón. Ellos ya han alcanzado la paz prometida y la sabiduría que los humanos no hemos sabido completar aún.
(Ramiro A. Calle)