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A primeros de los años 60, hubo un cambio radical en la forma en la que se almacenaba y reproducía el sonido: a aguja mediante inducción magnética y el microsurco.
Hasta el momento, el tocadiscos clásico era un aparato completamente mecánico que amplificaba la señal de vibración mediante una simple membrana amplificada por un embudo. A partir de ese momento la aguja pasó a generar una corriente de inducción gracias a las variaciones del campo magnético de un imán.
Este es un proceso mucho más sencillo de lo que parece, pero a la vez es increíblemente preciso, nítido y sensible, lo que permitió un disco de vinilo grabado de una manera mucho más fina y precisa y una aguja que apenas generaba desgaste.
Hoy, casi 70 años más tarde, seguimos utilizando este sistema tan rudimentario pero a la vez increíblemente bueno y efectivo.