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Alfredo Espinosa, a sus 81 años, es un testimonio vivo de trabajo, perseverancia y amor por sus raíces. Creció en un fundo con escuela y una cancha cercana al deslinde de Reinoso y Santa Isabel, donde aprendió desde pequeño el valor del esfuerzo y las tradiciones que marcaron su vida.
En su infancia, los días transcurrían entre jornadas de trabajo y juegos de rayuela tipo monedas, un pasatiempo que con los años evolucionó, cambiando las reglas y el peso de los tejos, pero nunca su pasión por este juego tradicional.
En 1975, como fruto de su esfuerzo y dedicación, recibió una parcela a través de la reforma agraria, lograda gracias a su tiempo de asentamiento y el sistema de puntos. Por años, esa tierra fue su orgullo y sustento, donde cultivó espárragos con esmero. Aunque el destino lo llevó a vender la parcela por distintas razones, nunca perdió su amor por la tierra ni por sus tradiciones.
Hoy, después de 54 años de matrimonio y una vida marcada por la resiliencia, Alfredo sigue siendo el mismo hombre sencillo y apasionado. La chispa que lo llevó a lanzar sus primeros tejos sigue intacta, recordándonos que la verdadera riqueza está en mantener vivos los recuerdos, el espíritu de lucha y la pasión por lo que se ama.