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Carlos Alsina reflexiona en su monólogo sobre lo que ha cambiado España en los últimos 20 años el tiempo que llevan casados los reyes don Felipe y doña Letizia y sobre cómo Pedro Sánchez aprovechará su intervención en el Congreso para cargar contra Milei y contra todos los que se pronuncien en contra de su esposa.
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Que no hacía un día estupendo, dice el locutor de hace veinte años en Onda Cero. Ahí, endulzando la realidad. El día del diluvio universal.
Veintidós de mayo de 2004. Se casaban a las once de la mañana, creo recordar, pero aquí empezamos a narrarlo tres horas antes. Como si fuera una final de Champions pero sin zona mixta. Y viendo cómo a medida que se acercaba el momento, el cielo encapotado se transformaba en aguacero y las gotas de lluvia mes de mayo en Madrid en granizada.
Veinte años de matrimonio en la prosperidad y en la adversidad. Adversidades han tenido que hacer frente a unas cuantas. Antes y después de empezar a reinar. El mes que viene se cumplirán diez años de la proclamación de Felipe de Borbón como rey de España. Y de Letizia, por tanto, como reina.
Nadie podrá decir que les ha tocado una primera década de reinado apacible. Que si el procés, que si don Juan Carlos y sus negocios, que si Abu Dabi, que si las investiduras fallidas, que si las campañas de insidias y de bulos. Veinte años después, la impresión más extendida es que el naufragio que tantos predijeron, y tantos ansiaron, nunca llegó a producirse. Y que el desempeño profesional de los hace veinte años recién casados ha superado las expectativas. Parte del mérito corresponde a activistas de la causa antimonárquica, legítima causa, que se han quedado anclados en el discurso y la ojeriza de hace cien años.
Hay repúblicas en que los ciudadanos eligen en las urnas a sus jefes de Estado. Y lo mismo te eligen a un Macron que a un Trump, a un Biden que a un Milei, es lo que tiene. Hay monarquías parlamentarias en las que son los diputados quienes eligen al presidente del gobierno, que no lo es, por tanto, en elección directa sino indirecta, por los representantes de los votantes organizados en grupos parlamentarios. Tan democrático es lo uno como lo otro.
A las nueve de esta mañana, el presidente del gobierno de España que no es jefe de Estado, como a estas alturas ya sabrá la candidata de Sumar a las europeas subirá a la tribuna del Congreso para pronunciar, salvo sorpresa, su primer mitin de la campaña que empieza el viernes.
Si en su discurso de investidura de noviembre ya invocó a Javier Milei sin decir su nombre, ahora que Milei le ha servido en bandeja la ocasión de confrontar con él aunque tengan un océano entre medias no va a desaprovecharla nuestro presidente pudiendo utilizar a Milei como prototipo de dirigente político que enfanga achacando a Begoña Gómez imputaciones de delitos que hoy no existen.
No va a desaprovechar el presidente, ahora que ha conseguido que su esposa sea tratada por tanta gente como una institución más del Estado -y no como una ciudadana-, la ocasión de equiparar a todo el que pronuncie el nombre de su esposa, o se haga eco de las cartas de recomendación que firmó su esposa, o discrepe sobre alguna de las actividades de su esposa, con el difamador y pendenciero Javier Milei.
El coro de portavoces gubernativos reitera desde hace cuarenta y ocho horas que Milei ha atacado a nuestras instituciones. Aunque, rascando un poco, enseguida se ve que se refieren a que llamó corrupta a la esposa del presidente.
¿Es proporcionada la reacción del gobierno de España?
Por eso, y una vez que el ministro Albares anunció ayer, poniendo voz a la decisión del presidente, la retirada definitiva de nuestra embajadora en Buenos Aires, el debate ya deja de ser si es Milei o es Sánchez el más interesado en estirar este serial -el uno para cultivar su imagen de bestia negra del izquierdismo, tan aplaudida por la extrema derecha; el otro para cultivar su papel de némesis de las derechas y salvador de la democracia europea-, el debate ya deja de ser ése para ser si es proporcionada la reacción del gobierno de España a la actuación impresentable del presidente de la República Argentina. Que ahora está presumiendo de no llevar la crisis diplomática más allá porque él, a diferencia de Sánchez, no retira embajadores.
Aquí no hay caso
La portavoz del gobierno de España, ministra Alegría, por cierto, no ha querido esperar a que el juez Peinado valore el informe de la UCO y decida si ha lugar, o no, a seguir adelante con la denuncia de Manos Limpias. No está escrito en ningún sitio que el gobierno tenga que pronunciarse sobre denuncias que afectan a una ciudadana particular sin responsabilidad pública alguna (o sea, Begoña), pero su portavoz ha querido que sepamos que aquí no hay caso.