An Danzza ☽ ☆ ☾ Canción de los Juncos (Full Album)

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An Danzza

An Danzza

Күн бұрын

Пікірлер: 52
@MrDanteneo
@MrDanteneo 11 жыл бұрын
Genial! lo escucho casi cada noche antes de dormir...
@leonsalascourante
@leonsalascourante 12 жыл бұрын
Es muy bueno escuchar proyectos como este, no hay que ser un genio para notar que esta obra es fruto de la dedicacion y el amor de quienes la realizaron. El que este en internet me parece maravilloso, compartir obras como esta no hace mas que enriquecernos a cada uno de los que con atencion seguimos cada compas. Lo que es lamentable es que pocos se interesen en tan maravillosa música y prefieran escuchar aquellas que una unica industria fabrica. Gracias! ahora mismo voy a ver que mas tienen...
@angalu41
@angalu41 12 жыл бұрын
¡ FELICIDADES ANDRÉS, RUBÉN Y TODOS LOS COMPONENTES ! ¡ÁNIMO Y ADELANTE!
@andres_producer
@andres_producer 10 жыл бұрын
Soplaba el viento del Norte y de él fluía rojos y dorados los últimos días del otoño. Solemne y fría caía la tarde sobre los marjales. Todo estaba sumido en la quietud. Entonces la última paloma volvió a su casa de los árboles en tierra seca a la distancia, y su forma ya se había vuelto misteriosa en la niebla. Todo volvió a estar sumido en la quietud. Cuando la luz iba desvaneciéndose y la niebla volviéndose más espesa, el misterio vino arrastrándose de todas partes. Entonces las verdes avefrías vinieron plañideras y se posaron todas. Y otra vez hubo silencio, salvo cuando una de las avefrías revoloteaba un trecho emitiendo el grito del descampado. Y acallada y silenciosa estuvo la tierra a la espera de la primera estrella. Entonces llegaron los patos y las maracas, bandada tras bandada: y toda la luz del día se desvaneció, salvo una franja roja sobre el horizonte. Sobre la franja aparecieron, negras y terribles, las alas de una bandada de gansos batiendo el aire de los marjales. También éstos descendieron entre los juncos. Entonces aparecieron las estrellas y brillaron en la quietud y hubo silencio en los vastos espacios de la noche. De pronto irrumpieron las campanas de la catedral de los marjales que llamaban a oraciones vespertinas. Ocho siglos atrás los hombres habían construido la enorme catedral a orillas de los marjales, o quizá fue hace siete siglos, o puede que nueve... lo mismo les daba a las Criaturas Silvestres. De modo que se celebraron las oraciones vespertinas, se encendieron las velas y las luces a través de las ventanas brillaban rojas y verdes en el agua, y el sonido del órgano vibró estruendoso sobre los marjales. Pero desde los lugares profundos y peligrosos, bordeados de musgo luminoso, las Criaturas Silvestres vinieron brincando para bailar sobre el reflejo de las estrellas, y por sobre sus cabezas los fuegos fatuos flotaban y fluían. Las Criaturas Silvestres tienen algo de humano en la apariencia, sólo que su piel es parda y apenas alcanzan los dos pies de altura. Sus orejas son puntiagudas como las de las ardillas, sólo que mucho más grandes, y saltan a alturas prodigiosas. Viven todo el día sumergidas en los estanques profundos en medio de los marjales más solitarios, pero de noche salen a la superficie y bailan. Cada Criatura Silvestre tiene sobre la cabeza un fuego fatuo que se mueve junto con ella; no tienen alma y no pueden morir, y son de la familia de los elfos. Toda la noche bailan sobre los pantanos andando sobre el reflejo de las estrellas (porque la sola superficie del agua no los sostiene por sí misma); pero cuando las estrellas comienzan a palidecer, se hunden una por una en los estanques donde tienen su hogar. O, si se retardan descansando sobre los juncos, sus cuerpos van desvaneciéndose y volviéndose invisibles al igual que los fuegos fatuos empalidecen a la luz, y de día nadie puede ver a las Criaturas Silvestres, de la familia de los elfos. Nadie puede verlas ni siquiera de noche, salvo que haya nacido, como yo, a la hora del anochecer, justo en el momento en que aparece la primera estrella. Ahora bien, en la noche de la cual hablo, una pequeña Criatura Silvestre había ido deslizándose por el descampado hasta llegar a los muros de la catedral y bailó sobre las imágenes coloridas de los santos espejadas en el agua entre los reflejos de las estrellas. Y mientras brincaba en su fantástica danza, vio a través de los vitrales de colores el lugar donde la gente rezaba y oyó el órgano que sonaba estruendoso sobre los marjales. El sonido del órgano sonaba estruendoso sobre los marjales, pero el canto y las oraciones de la gente ascendían desde la más alta de las torres de la catedral como finas cadenas de oro y llegaban hasta el Paraíso y por ellas bajaban los ángeles desde el Paraíso a la gente, y desde ésta subían al Paraíso una vez más. Entonces, algo no distante del descontento perturbó a la Criatura Silvestre por primera vez desde que fueron hechos los marjales; y la blanda exudación gris y el frío de las aguas profundas no parecieron bastar, ni tampoco la llegada desde el Norte de los tumultuosos gansos, ni el frenético regocijo de las alas de las aves cuando cada una de sus plumas canta, ni la maravilla del hielo sereno que sobreviene cuando las agachadizas parten, y barba los juncos de escarcha y viste el descampado acallado de misteriosa niebla en la que el sol se vuelve rojo y bajo y ni siquiera la danza de las Criaturas Silvestres en la noche magnífica; y la pequeña Criatura Silvestre anheló tener alma e ir a venerar a Dios. Y cuando las oraciones de las vísperas terminaron y se apagaron las luces, volvió llorando entre los suyos. Pero a la noche siguiente, tan pronto como las imágenes de las estrellas aparecieron en el agua, se fue saltando de estrella a estrella hasta el borde más extremo de los marjales donde crecía un espeso bosque en el que vivía la más anciana de las Criaturas Silvestres. Y encontró a la Más Anciana de las Criaturas Silvestres sentada al pie de un árbol, al abrigo de la luna. Y la pequeña Criatura Silvestre dijo: -Quiero tener un alma para venerar a Dios y conocer la significación de la música y ver la belleza íntima de los marjales e imaginarme el Paraíso. Y la Más Anciana de las Criaturas Silvestres le respondió: -¿Qué tenemos nosotras que ver con Dios? Sólo somos Criaturas Silvestres, de la familia de los elfos. Pero la pequeña sólo insistió: -Quiero tener alma. Entonces la Más Anciana de las Criaturas Silvestres dijo: -No tengo alma que darte; pero si tuvieras alma, un día tendrías que morir, y si conocieras la significación de la música, tendrías que aprender la significación del dolor, y es mejor ser una Criatura Silvestre y no morir. De modo que la pequeña se fue llorando. Pero las parientes de los elfos sintieron pena por la Criatura Silvestre; y aunque las Criaturas Silvestres no pueden apenarse mucho tiempo por no tener alma con qué hacerlo, por un rato sintieron lástima en el lugar donde deberían haber estado sus almas al contemplar la aflicción de su camarada. De modo que la parentela de los elfos salió por la noche a hacerle un alma a la pequeña Criatura Silvestre. Y se trasladaron por sobre los marjales hasta llegar a los campos elevados entre las flores y las hierbas. Y allí recogieron una gran telaraña que la araña había tejido en el crepúsculo; y estaba cubierta de rocío. En ese rocío habían brillado todas las luces de las amplias orillas del cielo y los colores cambiantes en los reposados espacios de la tarde. Y sobre él la noche maravillosa había resplandecido con todas sus estrellas. Luego las Criaturas Silvestres fueron con la telaraña salpicada de rocío hasta el borde de su morada, y allí recogieron un poco de la neblina gris que por la noche pende sobre los marjales. Y en ella pusieron la melodía del descampado que es transportada de un lugar al otro de los marjales al caer la tarde sobre las alas de los frailecillos dorados. Y también pusieron en ella el canto doliente que tienen que cantar por fuerza los juncos ante la presencia del arrogante Viento del Norte. Luego cada una de las Criaturas Silvestres dio alguno de sus atesorados recuerdos de los viejos marjales. -Pues podemos permitírnoslo-dijeron. Y a todo esto agregaron unas pocas imágenes de las estrellas que recogieron del agua. Sin embargo, el alma que las parientes de los elfos estaban haciendo, todavía no tenía vida. Entonces le agregaron las voces quedas de los amantes que caminaban solos y errantes tarde en la noche. Y después de eso esperaron hasta el amanecer. Y el majestuoso amanecer se hizo presente, los fuegos fatuos de las Criaturas Silvestres empalidecieron en la luz, sus cuerpos se desvanecieron y aún siguieron esperando al borde de los marjales. Y hasta ellos que se estaban allí esperando, por sobre campos y marjales, desde tierra y cielo, llegó el múltiple canto de los pájaros. También a éste pusieron las Criaturas Silvestres en el trozo de niebla que habían recogido en los marjales, y lo envolvieron todo en la telaraña salpicada de rocío. Entonces el alma cobró vida. Y allí estaba en las manos de las Criaturas Silvestres, no mayor que un erizo; y cosas maravillosas había en ella, verdes y azules que cambiaban incesantes girando una y otra vez y en el gris que tenía en el centro, había un resplandor púrpura. Y a la noche siguiente se allegaron a la pequeña Criatura Silvestre y le mostraron el alma refulgente. Y le dijeron: -Si por fuerza has de tener alma y venerar a Dios, convertirte en mortal y morir, ponte esto sobre el pecho izquierdo algo por encima del corazón, penetrará en ti y te volverás humana. Pero si la coges, nunca podrás deshacerte de ella para volverte mortal nuevamente, a no ser que te la arranques y se la des a otro; y nosotras no te la recibiremos y la mayor parte de los seres humanos ya tienen alma. Y si no te es posible encontrar un ser humano sin alma, un día tendrás que morir, y tu alma no puede ir al Paraíso porque sólo fue hecha en los marjales. A lo lejos la pequeña Criatura Silvestre vio las ventanas de la catedral iluminadas para el servicio de las oraciones vespertinas; la canción de la gente ascendía al Paraíso y los ángeles subían y bajaban por ella. De modo que agradecida se despidió con lágrimas de las Criaturas Silvestres, de la familia de los elfos, y se alejó saltando hacia la verde tierra seca llevando el alma en las manos. Y las Criaturas Silvestres sintieron pena de que se hubiera ido, pero no por mucho tiempo, porque no tenían alma. A orillas del marjal la pequeña Criatura Silvestre contempló por unos instantes los fuegos fatuos que saltaban de un lado a otro sobre el agua, y luego presionó el alma contra su pecho izquierdo algo por encima del corazón. Instantáneamente se convirtió en una hermosa joven; sintió frío y estaba atemorizada. Se vistió como pudo de juncos y se acercó a las luces de una casa que se encontraba no lejos de allí. Abrió la puerta de un empujón, entró y encontró a un granjero con su mujer que comían sentados a la mesa. Y la mujer del granjero condujo a la pequeña Criatura Silvestre con el alma y le trenzó el cabello; luego volvió a llevarla abajo y le ofreció la primera comida que hubiera nunca comido. Luego la mujer del granjero le hizo muchas preguntas: -¿De dónde vienes?-le preguntó. -De los marjales. -¿De qué dirección?-le preguntó la mujer del granjero. -Del Sur-respondió la pequeña Criatura Silvestre de alma flamante. -Pero nadie puede venir de los marjales desde el Sur-dijo la mujer del granjero. -No, eso no es posible-dijo el granjero. -Yo vivía en los marjales. -¿Quién eres tú?-preguntó la mujer del granjero. -Soy una Criatura Silvestre y encontré un alma en los marjales; somos de la familia de los elfos Hablando de ella más tarde, el granjero y su mujer decidieron que ella debía ser una gitana que se había perdido, y que el hambre y la intemperie la habrían desquiciado. De modo que esa noche la pequeña Criatura Silvestre durmió en casa del granjero, pero su alma flamante permaneció despierta toda la noche soñando con la belleza de los marjales. No bien la aurora llegó al descampado y brilló sobre la casa del granjero, ella miró por la ventana hacia las aguas resplandecientes y vio la belleza interior del marjal. Porque las Criaturas Silvestres sólo aman los marjales y conocen su morada, pero ella ahora percibía el misterio de sus distancias y la seducción de sus peligrosos estanques con sus rubios musgos mortales, y sintió la maravilla del Viento del Norte que llega dominante de desconocidas tierras heladas y la maravilla del flujo y reflujo de la vida cuando las aves llegan a los pantanos al atardecer y al llegar la aurora se dirigen al mar. Y sabía que por sobre su cabeza muy por encima de la casa del granjero, se extendía amplio el Paraíso donde quizás ahora Dios se estuviera imaginando un amanecer mientras los ángeles tocaban quedo sus laúdes y el sol se levantaba sobre el mundo por debajo para regocijo de los campos y los marjales. Y todo lo que el cielo pensaba, lo pensaban los marjales también; porque el azul de los marjales era como el azul del cielo y la forma de las grandes nubes del cielo se convertía en la forma de los marjales y a través de ambas corrían momentáneos ríos púrpuras, errantes entre orillas de oro. Y el vigoroso ejército de juncos aparecía de entre las sombras con todos sus penachos mecidos hasta donde la vista alcanzara. Y desde otra ventana vio la vasta catedral que recogía toda su inmensa fuerza para izarla en sus torres desde los marjales. Dijo ella: -Jamás, jamás abandonaré los marjales. Una hora más tarde se vistió con gran dificultad y descendió para comer la segunda comida de su vida. El granjero y su mujer eran gente bondadosa y le enseñaron a comer. -Supongo que los gitanos no tienen cuchillo ni tenedor-se dijeron más tarde. Después del desayuno el granjero fue a ver al Deán, que vivía cerca de la catedral, y en seguida volvió para llevar consigo a casa de éste a la pequeña Criatura Silvestre con su alma flamante. -Esta es la joven-dijo el granjero-. Este es el Deán Murnith. Luego partió. -Ah-dijo el Deán-. Tengo entendido que te perdiste la pasada noche en los marjales. Era una noche terrible para que algo así sucediera. -Amo los marjales -dijo la pequeña Criatura Silvestre de alma flamante. -¡Vaya! ¿Cuántos años tienes?-preguntó el Deán. -No lo sé-respondió ella. -Tienes que saber cuántos años tienes-insistió él. -Oh, unos noventa-respondió ella-o más. -¡Noventa años! exclamó el Deán. -No, noventa siglos-dijo ella-. Tengo la edad de los marjales. Entonces contó su historia: cómo había anhelado ser humano y venerar a Dios, tener un alma y ver la belleza del mundo, y cómo las Criaturas Silvestres le habían hecho un alma de telaraña, niebla, música y recuerdos extraños. -Pero si eso es cierto-dijo el Deán Murnith-, está muy mal hecho. Dios no pudo haber tenido intención de que contaras con un alma. »¿Cuál es tu nombre? -No tengo nombre-respondió ella. -Debemos encontrar para ti un nombre de pila y un apellido. ¿Cómo te gustaría llamarte? -Canción de los Juncos-respondió ella. -Eso no es de ningún modo posible-dijo el Deán. -Entonces me gustaría llamarme Terrible Viento Norte o Estrella en las Aguas-dijo ella. -No, no, no-dijo el Deán Murnith-, eso es totalmente imposible. Podríamos darte el nombre de Señorita Junco, si gustas. ¿Qué te parece María Junco? Quizá sería mejor que tuvieras aún otro nombre, digamos María Juana Junco. De modo que la pequeña Criatura Silvestre con el alma de los marjales tomó los nombres que se le ofrecieron y se convirtió en María Juana Junco. -Y debemos encontrarte una ocupación-dijo el Deán Murnith-. Mientras tanto podemos ofrecerte una habitación aquí. -Yo no quiero hacer nada-replicó María Juana-; sólo venerar a Dios en la catedral y vivir junto a los marjales. Entonces llegó la Señora Murnith y durante el resto del día María Juana permaneció en casa del Deán. Y allí con su nueva alma, percibió la belleza del mundo; porque ésta llegaba gris y grave desde las neblinosas distancias y se ensanchaba en las verdes hierbas y en los labrantíos hasta el viejo pueblo con casas provistas de gablete; y solitario en los campos lejanos se erguía un viejo molino de viento y sus honestas aspas hechas a mano giraban y giraban en los libres Vientos Anglos del Este. Muy cerca, las casas de gablete se inclinaban hacia las calles, sobre firmes maderos nacidos en viejos tiempos, todos juntas gloriándose de su belleza. Y destacándose de ellas, puntal sobre puntal, con inspiración de altura, se levantaban las torres de la catedral. Y vio a la gente que se trasladaba por las calles, ociosa y lenta, y entre ellas invisibles, musitando entre sí, sin ser oídos de los hombres vivos, sólo concentrados en cosas pasadas, se agitaban los fantasmas de antaño. Y dondequiera que las calles se abrieran hacia el Este, dondequiera que hubiera espacios entre las casas, irrumpía siempre la visión de los grandes marjales, como si respondieran a una barra de música fascinante y extraña que vuelve una y otra vez en una melodía, tocada por el violín de un músico tan solo que no toca otra barra alguna, de pelo oscuro y lacio, barbado en torno de los labios, de largos bigotes caídos, cuya tierra de origen nadie conoce. Todo esto era bueno de ver para un alma nueva. Luego se paso el sol sobre los campos verdes y los labrantíos y vino la noche. Una por una las luces gozosas de las lámparas iluminaron las ventanas de las casas en la noche solemne. Luego sonaron las campanas en una de las torres de la catedral y su música se derramó sobre los techos de las viejas casas y se vertió por sobre sus aleros hasta que las calles estuvieron llenas de ella, y fluyó luego hacia los campos verdes y los labrantíos hasta llegar al vigoroso molino y llamó al molinero que se dirigió con paso afanado al servicio de oraciones vespertinas y hacia el Este y hacia el mar se extendió el sonido hasta los más remotos marjales. Y para los fantasmas que rondaban las calles, nada había cambiado desde el día de ayer. Entonces la mujer del Deán llevó a María Juana al servicio de oraciones vespertinas y vio allí trescientas velas encendidas que llenaban el pasillo de luz. Pero los firmes pilares se elevaban por la penumbra donde tarde y mañana, año tras año, cumplían su cometido en la oscuridad sosteniendo en alto la techumbre de la catedral. Y había más silencio allí que el silencio en que se sume el marjal cuando ha llegado el hielo y el viento que lo trajo se ha aquietado. De pronto en esta quietud irrumpió el sonido del órgano, estruendoso, y en seguida la gente se puso a rezar y cantar. Ya no le era posible a María Juana ver sus oraciones ascender como delgada cadena de oro, pues esa no era sino la fantasía propia de un elfo, pero imaginó con toda claridad en su alma flamante a los serafines en los senderos del Paraíso, y a los ángeles que se turnaban para vigilar al Mundo de noche. Cuando el Deán hubo terminado con el servicio, subió al púlpito un joven cura, el Señor Millings. Habló de Abana y Pharpar, ríos de Damasco: y María Juana se alegró de que hubiera ríos que tuvieran tales nombres, y escuchó hablar de Nínive, la gran ciudad, con maravilla, y también de muchas otras cosas extrañas y novedosas. Y la luz de las candelas brilló sobre el pelo rubio del cura y su voz bajó resonante por el pasillo, y María Juana se regocijó de que estuviera allí. Pero cuando el sonido de su voz se acalló, sintió una súbita soledad, que jamás había sentido antes desde que fueran hechos los marjales; porque las Criaturas Silvestres nunca padecen soledad ni experimentan nunca la desdicha, sino que bailan toda la noche sobre el reflejo de las estrellas; y, como no tienen alma, no desean nada más. Después de recogidas las limosnas, antes de que nadie se moviera para irse, María Juana recorrió el pasillo hasta llegar al Señor Millings. -Te amo -le dijo. Nadie sentía simpatía por María Juana. -Vaya, pobre Señor Millings-decían todos-. Un joven que prometía tanto. A María Juana la enviaron a una gran ciudad industrial de la región central del país donde se le había encontrado trabajo en una fábrica de telas. Y no había nada en esa ciudad que un alma pudiera ver de buen grado. Porque ignoraba que la belleza fuera algo deseable; de modo que hacia muchas cosas con máquina, todo en ella se apresuraba, se jactaba de su superioridad en relación con otras ciudades, se enriquecía cada vez más y nadie había que se apiadara de ella. En esta ciudad se le encontró a María Juana alojamiento cerca de la fábrica. A las seis de la mañana, en noviembre, aproximadamente a la hora en que, lejos de la ciudad, las aves salvajes levantan vuelo de los serenos marjales y se dirigen a los perturbados espacios del mar, a las seis, la fábrica lanzaba un prolongado aullido con el que se llamaba a los trabajadores que trabajaban allí durante todas las horas del día, con excepción de dos horas destinadas a la comida, hasta que al oscurecer las campanas volvían a doblar fúnebres las seis. Allí trabajaba María Juana con otras jóvenes en una alargada y tétrica estancia, donde gigantes con estridentes manos de acero machacaban lana hasta dejarla convertida en una larga franja de fibras. Durante todo el día se estaban allí rugiendo frente al desalmado trabajo. Pero María Juana no debía trabajar con ellos, aunque su rugido le perforaba sin cesar los oídos mientras sus estrepitosos miembros de acero iban y venían. Su tarea consistía en atender a una criatura más pequeña, pero infinitamente más astuta. Tomaba la franja de Lana que los gigantes habían machacado y la hacía girar y girar hasta que quedaba retorcida y convertida en una resistente fibra delgada. Luego aferraba con dedos de acero la fibra recogida y se alejaba contoneándose unas cinco yardas para volver con más. Había dominado toda la sutileza de los trabajadores especializados y gradualmente había ido desplazándolos; sólo una cosa no era capaz de hacer: recoger los extremos de una fibra si ésta se rompía para volverlos a unir. Para esto se requería un alma humana, y la tarea de María Juana consistía en recoger los extremos de una cuerda rota; y, en el momento que ella los unía, la afanada y desalmada criatura los ataba por si misma. Todo allí era feo; aun la lana verde que giraba y giraba no tenía el verde de la hierba, ni siquiera el verde de los juncos, sino un penoso verde parduzco que se adecuaba a una triste ciudad bajo un cielo lúgubre, Cuando miraba por sobre los techos de la ciudad, tampoco allí había belleza; y bien lo sabían las casas, porque con horrible estuco mimaba como un mono grotesco los pilares y los temples de la antigua Grecia, fingiendo, la una delante de la otra, ser lo que no eran. Y al salir año tras año de estas casas y volver a entrar en ellas, y ver el fingimiento de pintura y estuco hasta quedar todo descascarado, las almas de sus pobres propietarios trataban de cambiarse por otras hasta fatigarse del intento. Al llegar la noche María Juana volvía a su alojamiento. Sólo entonces, después de entrada la oscuridad, podía el alma de María Juana percibir cierta belleza en esa ciudad, cuando se encendían las lámparas y aquí y allí una estrella brillaba a través del humo. Habría ido entonces afuera para contemplar la noche, pero la vieja a la cual le había sido encomendada no se lo permitía. Y los días se multiplicaron por siete y se convirtieron en semanas, y las semanas pasaron y todos los días eran iguales. Y sin cesar el alma de María Juana lloraba por la presencia de cosas bellas y no las hallaba, salvo los domingos, cuando iba a la iglesia, y la dejaba para encontrar a la ciudad más gris que antes todavía. Un día decidió que era preferible ser una Criatura Silvestre en los hermosos marjales que tener un alma que lloraba por la presencia de cosas hermosas sin hallar una siquiera. Desde ese día decidió deshacerse de su alma, de modo que le contó su historia a una de sus compañeras de fábrica y le dijo: -Las otras jóvenes van pobremente vestidas y se desempeñan en un trabajo desalmado; seguramente alguna de ellas no tendrá alma y tomará de buen grado la mía. Pero su compañera de fábrica le dijo: -Todos los pobres tienen alma. Es lo único que tienen. Entonces María Juana observó con cuidado a los ricos dondequiera los hallara y en vano buscó a alguno que no tuviera alma. Un día, a la hora en que las máquinas descansan y los seres humanos que las atienden descansan también, el viento llegó de la dirección de los pantanos, y el alma de María Juana se lamentó amargamente. Entonces, como se encontraba fuera de los portones de la fábrica, el alma, de modo irresistible, la instó a cantar, y una canción desolada le salió de los labios como un himno a los marjales. Y en la canción se expresó plañidera la nostalgia que sentía por su hogar y por el sonido ululante del Viento del Norte, dominante y orgulloso, con su adorable señora de las Nieves; y cantó los cuentos que los juncos se musitan entre sí, cuentos que conoce la cerceta y la garza vigilante. Y por sobre las calles atestadas, su canción partió plañidera, la canción de los sitios descampados y de las salvajes tierras libres, plenas de maravilla y magia, porque ella tenía en su alma hecha por elfos, el canto de los pájaros y el estruendo del órgano en los marjales. Dio la casualidad que en ese momento pasara por allí el Signor Thompsoni, el afamado tenor inglés, en compañía de un amigo. Se detuvieron y se pusieron a escuchar; todos se detenían y escuchaban. -En mis tiempos no hubo nadie con voz semejante en Europa-dijo el Signor Thompsoni. De modo que en la vida de María Juana se produjo un cambio. Se dirigieron cartas y finalmente se dispuso que, a las pocas semanas, tendría un papel protagónico en la Opera del Covent Garden. De modo que debió ir a Londres a estudiar. Londres y las lecciones de canto eran algo mejor que la ciudad de la región central y esas terribles máquinas. Con todo, María Juana no era libre de vivir como se le antojara a la orilla de los marjales y estaba decidida a deshacerse de su alma, pero no encontraba a nadie que no tuviera ya una propia. Un día se le dijo que los ingleses no querrían escucharla si se llamaba Señorita Junco, y se le pidió un nombre más adecuado por el que le gustara ser llamada. -Me gustaría ser llamada Terrible Viento del Norte-dijo María Juana-o Canción de los Juncos. Cuando se le dijo que eso no era posible y se le sugirió María Junchiano, ella cedió de inmediato como había cedido cuando se la separó de su cura; nada sabia de cómo se conducían los seres humanos. Por fin llegó el día de la presentación en la Opera, un frío día de invierno. Y la Signorina Junchiano apareció en el escenario frente a una casa atestada. Y la Signorina Junchiano cantó. Y a la canción pasó toda la nostalgia de su alma, el alma que no podía llegar al Paraíso, pero que sólo podía venerar a Dios y conocer la significación de la música, y la melancolía impregnó la canción italiana como el infinito misterio de las colinas se trasmite con el sonido de los cencerros lejanos. Entonces en el alma de los que se encontraban en esa casa atestada se despertaron recuerdos desde mucho tiempo atrás enterrados que volvieron a vivir mientras duró aquella maravillosa canción. Y un frío extraño penetró en la sangre de todos los que escuchaban como si se encontraran a la orilla de los lúgubres marjales y soplara el viento del Norte. Y a algunos los movió a tristeza, a otros al dolor y a otros, en fin, a una alegría ultraterrena; de pronto la canción fue desvaneciéndose quejumbrosa como los vientos del invierno se desvanecen de los marjales cuando desde el Sur, aparece la Primavera. De este modo terminó. Y un gran silencio llenó como la niebla toda la casa poniendo fin a la animada conversación que mantenía Cecilia, Condesa de Birmingham, con un amigo. En esa mortal quietud, la Signorina Junchiano desapareció apresurada del escenario; volvió a aparecer corriendo por entre el público y se precipitó sobre Lady Birmingham. -Coged mi alma-le dijo-. Es una hermosa alma. Es capaz de venerar a Dios, conoce la significación de la música y puede imaginar el Paraíso. Y si vais a los marjales con ella, veréis cosas hermosas; hay una vieja ciudad allí construida de bellos maderos y fantasmas en sus calles. Lady Birmingham se quedó mirándola. Todo el mundo se había puesto en pie. -Mirad -dijo la Signorina Junchiano-, es un alma hermosa. Y se cogió el pecho izquierdo algo por sobre el corazón, y allí estaba el alma brillando en su mano con luces verdes y azules que giraban y giraban y un resplandor púrpura en el medio. -Tomadla-dijo-y amaréis todo lo que es hermoso y conoceréis a los cuatro vientos, a cada cual por su nombre, y las canciones de los pájaros al amanecer. Yo no la quiero porque no soy libre. Ponéosla en vuestro pecho izquierdo, algo por encima del corazón Todo el mundo seguía en pie y Lady Birmingham se sentía incómoda. -Por favor, ofrecedla a algún otro-dijo. -Pero todos tienen ya alma-dijo la Signorina Junchiano. Y todo el mundo estaba en pie todavía. Y Lady Birmingham cogió el alma en su mano. -Quizá traiga buena suerte-dijo. Sentía deseos de rezar. Cerró a medias los ojos y dijo: -Unberufen. Luego se puso el alma sobre el pecho izquierdo algo por sobre el corazón en la esperanza de que la gente se sentara y la cantante se retirara. Instantáneamente un montón de ropa cayó delante de ella. Por un momento, entre las sombras de las butacas, los nacidos a la hora del crepúsculo podrían haber visto a una criaturita parda que abandonaba el montón de roca y se dirigía saltando al vestíbulo brillantemente iluminado donde se volvió invisible para el ojo humano. Corrió aquí y allí por un instante, encontró luego la puerta y salió a la calle iluminada por faroles. Los nacidos a la hora del crepúsculo podrían haberla visto alejarse saltando de prisa por las calles que iban hacia el Norte y hacia el Este, desapareciendo al pasar bajo los faroles y apareciendo luego con un fuego fatuo sobre la cabeza. En una oportunidad un perro la percibió y se puso a perseguirla, pero quedó muy atrás. Los gatos de Londres, todos nacidos a la hora del crepúsculo, maullaron de modo terrorífico a su paso. En seguida llegó a las calles suburbanas, donde las casas son más pequeñas. Entonces se dirigió sin desvío alguno hacia el noreste saltando de techo en techo. Y de ese modo, en pocos minutos llegó a espacios más abiertos y luego a las tierras desoladas donde se cultivan los huertos destinados al mercado. Hasta que por fin se divisaron los buenos árboles negros con sus demoníacas formas en la noche. Y un gran búho blanco apareció, que subía y bajaba en la oscuridad. Y ante todas estas cosas la pequeña Criatura Silvestre se regocijaba como se regocijan los elfos. Y dejó a Londres, que teñía el cielo de rojo, muy atrás; ya no le era posible percibir sus desagradables clamores y escuchaba en cambio nuevamente los ruidos de la noche. Y atravesó un villorrio que resplandecía pálido y amable en la noche; y volvió a salir al campo abierto otra vez, oscuro y húmedo; y se encontró con muchos búhos a su paso, raza que mantiene relaciones amistosas con la raza de los elfos. En ocasiones cruzó anchos ríos saltando de estrella a estrella; y, escogiendo su sendero al avanzar, para evitar los caminos ingratos y duros, antes de medianoche llegó a las tierras Anglas del Este. Y oyó allí el grito del Viento del Norte, dominante colérico, que guiaba hacia el Sur a sus gansos aventurados; mientras tanto, los juncos se inclinaban ante él cantando en voz baja y plañidera como remeros esclavos de algún fabuloso trirreme que se inclinaran y se mecieran al golpe del látigo y cantaran al mismo tiempo una canción dolida. Y sintió el agradable aire húmedo que viste por la noche a las anchas tierras Anglas del Este y llegó nuevamente a un viejo y peligroso estanque en el que crecen los suaves musgos verdes y se zambulló en él hundiéndose más y más en las queridas aguas oscuras hasta que sintió entre los dedos de los pies el limo hogareño. De allí, del adorable frío que anida en el corazón del limo, salió renovada y regocijada para bailar sobre la imagen de las estrellas. Dio la casualidad que esa noche yo me encontraba a orillas del marjal, tratando de olvidar los negocios humanos; y vi los fuegos fatuos que venían saltando de todos los sitios peligrosos. Y vinieron por bandadas durante toda la noche hasta formar una gran multitud y se alejaron danzando por sobre los marjales. Y creo que hubo un gran festejo esa noche entre la parentela de los elfos.
@chavezaracena2010
@chavezaracena2010 10 жыл бұрын
No hay palabras para felicitarlos por tan hermosa y especial obra es mas que ello aun es magistral...
@sOpsycotiCdoll
@sOpsycotiCdoll 5 жыл бұрын
Simplemente hermoso y refrescante. Gracias por compartir.
@GuerrerosAncestrales
@GuerrerosAncestrales 11 жыл бұрын
apenas llevo la mitad de la primer cancion y ya estoy enamorado de este material gracias por comartir
@angalu41
@angalu41 11 жыл бұрын
¡Ánimo Andrés! ¡Qué voz tan bonita tienes, Rubén! ¡Ánimo a todos, que quien la sigue la consigue!
@leonardosmithzabuza4953
@leonardosmithzabuza4953 11 жыл бұрын
musica do verdadero espirito medieval essas musicas me trazem mundo das fadas lindo maravilhoso nesse mundo loco ainda existem pessoas que fazem boa musica
@jhank_colmenares
@jhank_colmenares 10 жыл бұрын
Espectacular, gracias por compartir tan genial proyecto...
@jennypereda5302
@jennypereda5302 10 жыл бұрын
mágico y hermoso...gracias
@Maqui.Einanliv
@Maqui.Einanliv 7 жыл бұрын
¡Que maravilla de obra! Demasiado mágico, me encantó
@karigatum
@karigatum 12 жыл бұрын
Hay... que... decir... que... ¡Es espectacular!
@khaosmagick_expectrolunare9156
@khaosmagick_expectrolunare9156 5 жыл бұрын
Nossa amei Senti uma energia muito louca
@gabypoelzig
@gabypoelzig 10 жыл бұрын
Que delícia de álbum. Maravilhoso! Esplêndido!
@WALLACE19871
@WALLACE19871 10 жыл бұрын
fantástico simplemente fantástico
@djarming369
@djarming369 13 жыл бұрын
que exelente combinacion, simplemente PERFECTA... )0(
@andres_producer
@andres_producer 10 жыл бұрын
The north wind was blowing, and red and golden the last days of Autumn were streaming hence. Solemn and cold over the marshes arose the evening. It became very still. Then the last pigeon went home to the trees on the dry land in the distance, whose shapes already had taken upon themselves a mystery in the haze. Then all was still again. As the light faded and the haze deepened, mystery crept nearer from every side. Then the green plover came in crying, and all alighted. And again it became still, save when one of the plover arose and flew a little way uttering the cry of the waste. And hushed and silent became the earth, expecting the first star. Then the duck came in, and the widgeon, company by company: and all the light of day faded out of the sky saving one red band of light. Across the light appeared, black and huge, the wings of a flock of geese beating up wind to the marshes. These, too, went down among the rushes. Then the stars appeared and shone in the stillness, and there was silence in the great spaces of the night. Suddenly the bells of the cathedral in the marshes broke out, calling to evensong. Eight centuries ago on the edge of the marsh men had built the huge cathedral, or it may have been seven centuries ago, or perhaps nine--it was all one to the Wild Things. So evensong was held, and candles lighted, and the lights through the windows shone red and green in the water, and the sound of the organ went roaring over the marshes. But from the deep and perilous places, edged with bright mosses, the Wild Things came leaping up to dance on the reflection of the stars, and over their heads as they danced the marsh-lights rose and fell. The Wild Things are somewhat human in appearance, only all brown of skin and barely two feet high. Their ears are pointed like the squirrel's, only far larger, and they leap to prodigious heights. They live all day under deep pools in the loneliest marshes, but at night they come up and dance. Each Wild Thing has over its head a marsh-light, which moves as the Wild Thing moves; they have no souls, and cannot die, and are of the kith of the Elf-folk. All night they dance over the marshes, treading upon the reflection of the stars (for the bare surface of the water will not hold them by itself); but when the stars begin to pale, they sink down one by one into the pools of their home. Or if they tarry longer, sitting upon the rushes, their bodies fade from view as the marsh-fires pale in the light, and by daylight none may see the Wild Things of the kith of the Elf-folk. Neither may any see them even at night unless they were born, as I was, in the hour of dusk, just at the moment when the first star appears. Now, on the night that I tell of, a little Wild Thing had gone drifting over the waste, till it came right up to the walls of the cathedral and danced upon the images of the coloured saints as they lay in the water among the reflection of the stars. And as it leaped in its fantastic dance, it saw through the painted windows to where the people prayed, and heard the organ roaring over the marshes. The sound of the organ roared over the marshes, but the song and prayers of the people streamed up from the cathedral's highest tower like thin gold chains, and reached to Paradise, and up and down them went the angels from Paradise to the people, and from the people to Paradise again. Then something akin to discontent troubled the Wild Thing for the first time since the making of the marshes; and the soft grey ooze and the chill of the deep water seemed to be not enough, nor the first arrival from northwards of the tumultuous geese, nor the wild rejoicing of the wings of the wildfowl when every feather sings, nor the wonder of the calm ice that comes when the snipe depart and beards the rushes with frost and clothes the hushed waste with a mysterious haze where the sun goes red and low, nor even the dance of the Wild Things in the marvellous night; and the little Wild Thing longed to have a soul, and to go and worship God. And when evensong was over and the lights were out, it went back crying to its kith. But on the next night, as soon as the images of the stars appeared in the water, it went leaping away from star to star to the farthest edge of the marshlands, where a great wood grew where dwelt the Oldest of the Wild Things. And it found the Oldest of Wild Things sitting under a tree, sheltering itself from the moon. And the little Wild Thing said: 'I want to have a soul to worship God, and to know the meaning of music, and to see the inner beauty of the marshlands and to imagine Paradise.' And the Oldest of the Wild Things said to it: 'What have we to do with God? We are only Wild Things, and of the kith of the Elf-folk.' But it only answered, 'I want to have a soul.' Then the Oldest of the Wild Things said: 'I have no soul to give you; but if you got a soul, one day you would have to die, and if you knew the meaning of music you would learn the meaning of sorrow, and it is better to be a Wild Thing and not to die.' So it went weeping away. But they that were kin to the Elf-folk were sorry for the little Wild Thing; and though the Wild Things cannot sorrow long, having no souls to sorrow with, yet they felt for awhile a soreness where their souls should be, when they saw the grief of their comrade. So the kith of the Elf-folk went abroad by night to make a soul for the little Wild Thing. And they went over the marshes till they came to the high fields among the flowers and grasses. And there they gathered a large piece of gossamer that the spider had laid by twilight; and the dew was on it. Into this dew had shone all the lights of the long banks of the ribbed sky, as all the colours changed in the restful spaces of evening. And over it the marvellous night had gleamed with all its stars. Then the Wild Things went with their dew-bespangled gossamer down to the edge of their home. And there they gathered a piece of the grey mist that lies by night over the marshlands. And into it they put the melody of the waste that is borne up and down the marshes in the evening on the wings of the golden plover. And they put into it, too, the mournful song that the reeds are compelled to sing before the presence of the arrogant North Wind. Then each of the Wild Things gave some treasured memory of the old marshes, 'For we can spare it,' they said. And to all this they added a few images of the stars that they gathered out of the water. Still the soul that the kith of the Elf-folk were making had no life. Then they put into it the low voices of two lovers that went walking in the night, wandering late alone. And after that they waited for the dawn. And the queenly dawn appeared, and the marsh-lights of the Wild Things paled in the glare, and their bodies faded from view; and still they waited by the marsh's edge. And to them waiting came over field and marsh, from the ground and out of the sky, the myriad song of the birds. This, too, the Wild Things put into the piece of haze that they had gathered in the marshlands, and wrapped it all up in their dew-bespangled gossamer. Then the soul lived. And there it lay in the hands of the Wild Things no larger than a hedgehog; and wonderful lights were in it, green and blue; and they changed ceaselessly, going round and round, and in the grey midst of it was a purple flare. And the next night they came to the little Wild Thing and showed her the gleaming soul. And they said to her: 'If you must have a soul and go and worship God, and become a mortal and die, place this to your left breast a little above the heart, and it will enter and you will become a human. But if you take it you can never be rid of it to become immortal again unless you pluck it out and give it to another; and we will not take it, and most of the humans have a soul already. And if you cannot find a human without a soul you will one day die, and your soul cannot go to Paradise, because it was only made in the marshes.' Far away the little Wild Thing saw the cathedral windows alight for evensong, and the song of the people mounting up to Paradise, and all the angels going up and down. So it bid farewell with tears and thanks to the Wild Things of the kith of Elf-folk, and went leaping away towards the green dry land, holding the soul in its hands. And the Wild Things were sorry that it had gone, but could not be sorry long, because they had no souls. At the marsh's edge the little Wild Thing gazed for some moments over the water to where the marsh-fires were leaping up and down, and then pressed the soul against its left breast a little above the heart. Instantly it became a young and beautiful woman, who was cold and frightened. She clad herself somehow with bundles of reeds, and went towards the lights of a house that stood close by. And she pushed open the door and entered, and found a farmer and a farmer's wife sitting over their supper. And the farmer's wife took the little Wild Thing with the soul of the marshes up to her room, and clothed her and braided her hair, and brought her down again, and gave her the first food that she had ever eaten. Then the farmer's wife asked many questions. 'Where have you come from?' she said. 'Over the marshes.' 'From what direction?' said the farmer's wife. 'South,' said the little Wild Thing with the new soul. 'But none can come over the marshes from the south,' said the farmer's wife. 'No, they can't do that,' said the farmer. 'I lived in the marshes.' 'Who are you?' asked the farmer's wife. 'I am a Wild Thing, and have found a soul in the marshes, and we are kin to the Elf-folk.' Talking it over afterwards, the farmer and his wife agreed that she must be a gipsy who had been lost, and that she was queer with hunger and exposure. So that night the little Wild Thing slept in the farmer's house, but her new soul stayed awake the whole night long dreaming of the beauty of the marshes. As soon as dawn came over the waste and shone on the farmer's house, she looked from the window towards the glittering waters, and saw the inner beauty of the marsh. For the Wild Things only love the marsh and know its haunts, but now she perceived the mystery of its distances and the glamour of its perilous pools, with their fair and deadly mosses, and felt the marvel of the North Wind who comes dominant out of unknown icy lands, and the wonder of that ebb and flow of life when the wildfowl whirl in at evening to the marshlands and at dawn pass out to sea. And she knew that over her head above the farmer's house stretched wide Paradise, where perhaps God was now imagining a sunrise while angels played low on lutes, and the sun came rising up on the world below to gladden fields and marsh. And all that heaven thought, the marsh thought too; for the blue of the marsh was as the blue of heaven, and the great cloud shapes in heaven became the shapes in the marsh, and through each ran momentary rivers of purple, errant between banks of gold. And the stalwart army of reeds appeared out of the gloom with all their pennons waving as far as the eye could see. And from another window she saw the vast cathedral gathering its ponderous strength together, and lifting it up in towers out of the marshlands. She said, 'I will never, never leave the marsh.' An hour later she dressed with great difficulty and went down to eat the second meal of her life. The farmer and his wife were kindly folk, and taught her how to eat. 'I suppose the gipsies don't have knives and forks,' one said to the other afterwards. After breakfast the farmer went and saw the Dean, who lived near his cathedral, and presently returned and brought back to the Dean's house the little Wild Thing with the new soul. 'This is the lady,' said the farmer. 'This is Dean Murnith.' Then he went away. 'Ah,' said the Dean, 'I understand you were lost the other night in the marshes. It was a terrible night to be lost in the marshes.' 'I love the marshes,' said the little Wild Thing with the new soul. 'Indeed! How old are you?' said the Dean. 'I don't know,' she answered. 'You must know about how old you are,' he said. 'Oh, about ninety,' she said, 'or more.' 'Ninety years!' exclaimed the Dean. 'No, ninety centuries,' she said; 'I am as old as the marshes.' Then she told her story--how she had longed to be a human and go and worship God, and have a soul and see the beauty of the world, and how all the Wild Things had made her a soul of gossamer and mist and music and strange memories. 'But if this is true,' said Dean Murnith, 'this is very wrong. God cannot have intended you to have a soul. 'What is your name?' 'I have no name,' she answered. 'We must find a Christian name and a surname for you. What would you like to be called?' 'Song of the Rushes,' she said. 'That won't do at all,' said the Dean. 'Then I would like to be called Terrible North Wind, or Star in the Waters,' she said. 'No, no, no,' said Dean Murnith; 'that is quite impossible. We could call you Miss Rush if you like. How would Mary Rush do? Perhaps you had better have another name--say Mary Jane Rush.' So the little Wild Thing with the soul of the marshes took the names that were offered her, and became Mary Jane Rush. 'And we must find something for you to do,' said Dean Murnith. 'Meanwhile we can give you a room here.' 'I don't want to do anything,' replied Mary Jane; 'I want to worship God in the cathedral and live beside the marshes.' Then Mrs. Murnith came in, and for the rest of that day Mary Jane stayed at the house of the Dean. And there with her new soul she perceived the beauty of the world; for it came grey and level out of misty distances, and widened into grassy fields and ploughlands right up to the edge of an old gabled town; and solitary in the fields far off an ancient windmill stood, and his honest hand-made sails went round and round in the free East Anglian winds. Close by, the gabled houses leaned out over the streets, planted fair upon sturdy timbers that grew in the olden time, all glorying among themselves upon their beauty. And out of them, buttress by buttress, growing and going upwards, aspiring tower by tower, rose the cathedral. And she saw the people moving in the streets all leisurely and slow, and unseen among them, whispering to each other, unheard by living men and concerned only with bygone things, drifted the ghosts of very long ago. And wherever the streets ran eastwards, wherever were gaps in the houses, always there broke into view the sight of the great marshes, like to some bar of music weird and strange that haunts a melody, arising again and again, played on the violin by one musician only, who plays no other bar, and he is swart and lank about the hair and bearded about the lips, and his moustache droops long and low, and no one knows the land from which he comes. All these were good things for a new soul to see. Then the sun set over green fields and ploughland and the night came up. One by one the merry lights of cheery lamp-lit windows took their stations in the solemn night. Then the bells rang, far up in a cathedral tower, and their melody fell on the roofs of the old houses and poured over their eaves until the streets were full, and then flooded away over green fields and plough, till it came to the sturdy mill and brought the miller trudging to evensong, and far away eastwards and seawards the sound rang out over the remoter marshes. And it was all as yesterday to the old ghosts in the streets. Then the Dean's wife took Mary Jane to evening service, and she saw three hundred candles filling all the aisle with light. But sturdy pillars stood there in unlit vastnesses; great colonnades going away into the gloom, where evening and morning, year in year out, they did their work in the dark, holding the cathedral roof aloft. And it was stiller than the marshes are still when the ice has come and the wind that brought it has fallen. Suddenly into this stillness rushed the sound of the organ, roaring, and presently the people prayed and sang. No longer could Mary Jane see their prayers ascending like thin gold chains, for that was but an elfin fancy, but she imagined clear in her new soul the seraphs passing in the ways of Paradise, and the angels changing guard to watch the World by night. When the Dean had finished service, a young curate, Mr. Millings, went up into the pulpit. He spoke of Abana and Pharpar, rivers of Damascus: and Mary Jane was glad that there were rivers having such names, and heard with wonder of Nineveh, that great city, and many things strange and new. And the light of the candles shone on the curate's fair hair, and his voice went ringing down the aisle, and Mary Jane rejoiced that he was there. But when his voice stopped she felt a sudden loneliness, such as she had not felt since the making of the marshes; for the Wild Things never are lonely and never unhappy, but dance all night on the reflection of the stars, and having no souls, desire nothing more. After the collection was made, before anyone moved to go, Mary Jane walked up the aisle to Mr. Millings. 'I love you,' she said. Nobody sympathised with Mary Jane. 'So unfortunate for Mr. Millings,' every one said; 'such a promising young man.' Mary Jane was sent away to a great manufacturing city of the Midlands, where work had been found for her in a cloth factory. And there was nothing in that town that was good for a soul to see. For it did not know that beauty was to be desired; so it made many things by machinery, and became hurried in all its ways, and boasted its superiority over other cities and became richer and richer, and there was none to pity it. In this city Mary Jane had had lodgings found for her near the factory. At six o'clock on those November mornings, about the time that, far away from the city, the wildfowl rose up out of the calm marshes and passed to the troubled spaces of the sea, at six o'clock the factory uttered a prolonged howl and gathered the workers together, and there they worked, saving two hours for food, the whole of the daylit hours and into the dark till the bells tolled six again. There Mary Jane worked with other girls in a long dreary room, where giants sat pounding wool into a long thread-like strip with iron, rasping hands. And all day long they roared as they sat at their soulless work. But the work of Mary Jane was not with these, only their roar was ever in her ears as their clattering iron limbs went to and fro. Her work was to tend a creature smaller, but infinitely more cunning. It took the strip of wool that the giants had threshed, and whirled it round and round until it had twisted it into hard thin thread. Then it would make a clutch with fingers of steel at the thread that it had gathered, and waddle away about five yards and come back with more. It had mastered all the subtlety of skilled workers, and had gradually displaced them; one thing only it could not do, it was unable to pick up the ends if a piece of the thread broke, in order to tie them together again. For this a human soul was required, and it was Mary Jane's business to pick up broken ends; and the moment she placed them together the busy soulless creature tied them for itself. All here was ugly; even the green wool as it whirled round and round was neither the green of the grass nor yet the green of the rushes, but a sorry muddy green that befitted a sullen city under a murky sky. When she looked out over the roofs of the town, there too was ugliness; and well the houses knew it, for with hideous stucco they aped in grotesque mimicry the pillars and temples of old Greece, pretending to one another to be that which they were not. And emerging from these houses and going in, and seeing the pretence of paint and stucco year after year until it all peeled away, the souls of the poor owners of those houses sought to be other souls until they grew weary of it. At evening Mary Jane went back to her lodgings. Only then, after the dark had fallen, could the soul of Mary Jane perceive any beauty in that city, when the lamps were lit and here and there a star shone through the smoke. Then she would have gone abroad and beheld the night, but this the old woman to whom she was confided would not let her do. And the days multiplied themselves by seven and became weeks, and the weeks passed by, and all days were the same. And all the while the soul of Mary Jane was crying for beautiful things, and found not one, saving on Sundays, when she went to church, and left it to find the city greyer than before. One day she decided that it was better to be a wild thing in the lovely marshes, than to have a soul that cried for beautiful things and found not one. From that day she determined to be rid of her soul, so she told her story to one of the factory girls, and said to her: 'The other girls are poorly clad and they do soulless work; surely some of them have no souls and would take mine.' But the factory girl said to her: 'All the poor have souls. It is all they have.' Then Mary Jane watched the rich whenever she saw them, and vainly sought for some one without a soul. One day at the hour when the machines rested and the human beings that tended them rested too, the wind being at that time from the direction of the marshlands, the soul of Mary Jane lamented bitterly. Then, as she stood outside the factory gates, the soul irresistibly compelled her to sing, and a wild song came from her lips, hymning the marshlands. And into her song came crying her yearning for home, and for the sound of the shout of the North Wind, masterful and proud, with his lovely lady the Snow; and she sang of tales that the rushes murmured to one another, tales that the teal knew and the watchful heron. And over the crowded streets her song went crying away, the song of waste places and of wild free lands, full of wonder and magic, for she had in her elf-made soul the song of the birds and the roar of the organ in the marshes. At this moment Signor Thompsoni, the well-known English tenor, happened to go by with a friend. They stopped and listened; everyone stopped and listened. 'There has been nothing like this in Europe in my time,' said Signor Thompsoni. So a change came into the life of Mary Jane. People were written to, and finally it was arranged that she should take a leading part in the Covent Garden Opera in a few weeks. So she went to London to learn. London and singing lessons were better than the City of the Midlands and those terrible machines. Yet still Mary Jane was not free to go and live as she liked by the edge of the marshlands, and she was still determined to be rid of her soul, but could find no one that had not a soul of their own. One day she was told that the English people would not listen to her as Miss Rush, and was asked what more suitable name she would like to be called by. 'I would like to be called Terrible North Wind,' said Mary Jane, 'or Song of the Rushes.' When she was told that this was impossible and Signorina Maria Russiano was suggested, she acquiesced at once, as she had acquiesced when they took her away from her curate; she knew nothing of the ways of humans. At last the day of the Opera came round, and it was a cold day of the winter. And Signorina Russiano appeared on the stage before a crowded house. And Signorina Russiano sang. And into the song went all the longing of her soul, the soul that could not go to Paradise, but could only worship God and know the meaning of music, and the longing pervaded that Italian song as the infinite mystery of the hills is borne along the sound of distant sheep-bells. Then in the souls that were in that crowded house arose little memories of a great while since that were quite quite dead, and lived awhile again during that marvellous song. And a strange chill went into the blood of all that listened, as though they stood on the border of bleak marshes and the North Wind blew. And some it moved to sorrow and some to regret, and some to an unearthly joy,--then suddenly the song went wailing away like the winds of the winter from the marshlands when Spring appears from the South. So it ended. And a great silence fell fog-like over all that house, breaking in upon the end of a chatty conversation that Cecilia, Countess of Birmingham, was enjoying with a friend. In the dead hush Signorina Russiano rushed from the stage; she appeared again running among the audience, and dashed up to Lady Birmingham. 'Take my soul,' she said; 'it is a beautiful soul. It can worship God, and knows the meaning of music and can imagine Paradise. And if you go to the marshlands with it you will see beautiful things; there is an old town there built of lovely timbers, with ghosts in its streets.' Lady Birmingham stared. Everyone was standing up. 'See,' said Signorina Russiano, 'it is a beautiful soul.' And she clutched at her left breast a little above the heart, and there was the soul shining in her hand, with the green and blue lights going round and round and the purple flare in the midst. 'Take it,' she said, 'and you will love all that is beautiful, and know the four winds, each one by his name, and the songs of the birds at dawn. I do not want it, because I am not free. Put it to your left breast a little above the heart.' Still everybody was standing up, and Lady Birmingham felt uncomfortable. 'Please offer it to some one else,' she said. 'But they all have souls already,' said Signorina Russiano. And everybody went on standing up. And Lady Birmingham took the soul in her hand. 'Perhaps it is lucky,' she said. She felt that she wanted to pray. She half-closed her eyes, and said '_Unberufen_'. Then she put the soul to her left breast a little above the heart, and hoped that the people would sit down and the singer go away. Instantly a heap of clothes collapsed before her. For a moment, in the shadow among the seats, those who were born in the dusk hour might have seen a little brown thing leaping free from the clothes, then it sprang into the bright light of the hall, and became invisible to any human eye. It dashed about for a little, then found the door, and presently was in the lamplit streets. To those that were born in the dusk hour it might have been seen leaping rapidly wherever the streets ran northwards and eastwards, disappearing from human sight as it passed under the lamps and appearing again beyond them with a marsh-light over its head. Once a dog perceived it and gave chase, and was left far behind. The cats of London, who are all born in the dusk hour, howled fearfully as it went by. Presently it came to the meaner streets, where the houses are smaller. Then it went due north-eastwards, leaping from roof to roof. And so in a few minutes it came to more open spaces, and then to the desolate lands, where market gardens grow, which are neither town nor country. Till at last the good black trees came into view, with their demoniac shapes in the night, and the grass was cold and wet, and the night-mist floated over it. And a great white owl came by, going up and down in the dark. And at all these things the little Wild Thing rejoiced elvishly. And it left London far behind it, reddening the sky, and could distinguish no longer its unlovely roar, but heard again the noises of the night. And now it would come through a hamlet glowing and comfortable in the night; and now to the dark, wet, open fields again; and many an owl it overtook as they drifted through the night, a people friendly to the Elf-folk. Sometimes it crossed wide rivers, leaping from star to star; and, choosing its way as it went, to avoid the hard rough roads, came before midnight to the East Anglian lands. And it heard there the shout of the North Wind, who was dominant and angry, as he drove southwards his adventurous geese; while the rushes bent before him chaunting plaintively and low, like enslaved rowers of some fabulous trireme, bending and swinging under blows of the lash, and singing all the while a doleful song. And it felt the good dank air that clothes by night the broad East Anglian lands, and came again to some old perilous pool where the soft green mosses grew, and there plunged downward and downward into the dear dark water till it felt the homely ooze once more coming up between its toes. Thence, out of the lovely chill that is in the heart of the ooze, it arose renewed and rejoicing to dance upon the image of the stars. I chanced to stand that night by the marsh's edge, forgetting in my mind the affairs of men; and I saw the marsh-fires come leaping up from all the perilous places. And they came up by flocks the whole night long to the number of a great multitude, and danced away together over the marshes. And I believe that there was a great rejoicing all that night among the kith of the Elf-folk.
@sergioribnikov
@sergioribnikov 8 жыл бұрын
Hola! pasaba a darme una vuelta a ver qué tal lo que tu/uds. hacen y la verdad que me sorprendió ya que está buenisimo :) Albricias!
@alicedessire
@alicedessire 9 жыл бұрын
tenia ya tiempo que no escuchaba cosas tan maravillosas y plenas como este trabajo, en realidad transportan a lugares lejanos con la historia y la bella musica
@nahueltavora1323
@nahueltavora1323 11 жыл бұрын
¿donde estaban que no se los encontraba? gracias gracias graciasssssss hermosa musica =)
@rubenferigle
@rubenferigle 10 жыл бұрын
muy bonito!!!
@fabrygamersagas6691
@fabrygamersagas6691 8 жыл бұрын
Que hermoso por favor me encantaaaa!!! :'D
@dariaproduction
@dariaproduction 11 жыл бұрын
mui maravillosos ustedes cantam como elfos de verdad!
@andanzza
@andanzza 13 жыл бұрын
@jrsygrrl1037 Thank you very much. I just upload the English subtitles (approximate adaptation), activate with the CC button. However, you can read the full tale in a Web of An Danzza.
@Metal96alina
@Metal96alina 11 жыл бұрын
esto es es es perfecto *O*
@stevewood3892
@stevewood3892 11 жыл бұрын
Thank you, only just found this :)
@biraclodeumos
@biraclodeumos 10 жыл бұрын
Show!! Muito legal!!
@dariaproduction
@dariaproduction 11 жыл бұрын
me da gaño de fugir con ustedes en la Floresta Encantada!
@MrQuesobola
@MrQuesobola 13 жыл бұрын
Mu bueno!
@jrsygrrl1037
@jrsygrrl1037 13 жыл бұрын
I have no idea what's being said, but I enjoyed listening to it:)
@fernandanice
@fernandanice 10 жыл бұрын
Amei!
@somainamushahary5191
@somainamushahary5191 7 жыл бұрын
I don't understand the meaning of this song but it's touch my heart like soft wind thanks and bless be 🍄
@TonyKhan-co6fm
@TonyKhan-co6fm Жыл бұрын
HAPI HAHA HAPI GO LUCKY XOXO 😘😘😘😘 LUVABLE ❤️ ,,,, ❤️
@aliceredfield7985
@aliceredfield7985 12 жыл бұрын
me gustaria tener "the will" en mi celular.
@Beirud
@Beirud 13 жыл бұрын
yeah me latió la musica
@TonyKhan-co6fm
@TonyKhan-co6fm Жыл бұрын
DATS NOT MY PROBLEM BEAUTIFUL MUSIC 🎶🎶🎶🎶 SOOTH THE SAVVY IN GEE
@solomonkane3854
@solomonkane3854 9 жыл бұрын
le prince charmant dont vous avez toujours rêvé.............. deviendra ?
@Clematisian
@Clematisian 10 жыл бұрын
. . . *¡Wow! ... Simplemente magnífica música ... Gracias por hacer del mundo un lugar aún más hermosa ... ¿Sigues buscando un sello discográfico para llamar a casa? ... Tal vez usted se realizaría por el mismo que Narsilion, un grupo de compañeros elfos de España ... ¡Los mejores deseos a usted en todo lo que hacen!* ~ www.narsilion.com/
@TonyKhan-co6fm
@TonyKhan-co6fm Жыл бұрын
ALL I KNO IS MY SOUL MY SPIRIT LIKES WHAT IT LIKES DIFFERENT STOKES FOR DIFFERENT FOLKS WAT FLOATS MY ⛵ BOAT WON'T RÔX YO ⛵ BOAT I DESERVE DE BEST MUSIC IF ALL TIMES Y SETTLE FOR LOSE WEN U CAN HAVE DE BEST IN THIS WORLD AN SHE IS DE BEST OF ALL TIMES AN I KNO ALOT OF FOLKS DNT LIKE IT U DNT HAVE TOO LISTEN TOI WAT I LISTEN TO FIR ENLIGHTENMENT DU U I LUV HER DÅRÉS ÑÔ MUSIC LIKE HER MUSIC YALL CAN'T COPY IT YR MAD CUS YALL CAN'T
@TonyKhan-co6fm
@TonyKhan-co6fm Жыл бұрын
I WILL NOT BE LIMITED DÅRÉS ÑÔ LIMITS DÅRÉS ÑÔ MÊ HOW COULD THERE EVER BE A LIMITS ON LUV DÅRÉS ÑÔ LIMITS DÅRÉS ÑÔ MÊ HOW COULD THERE EVER BE
@felipefuentes3596
@felipefuentes3596 11 жыл бұрын
Hola si deseo ser un wiccano soy de chile se nos viene un terremoto en una semana mas tal ves yo tengo el poder de leer auras premonición deseo instruirme aprendí a hacer homúnculos
@Caillouteletub123
@Caillouteletub123 11 жыл бұрын
lol this is World of Warcraft water sound in the beggining
@alanboyd789
@alanboyd789 10 жыл бұрын
or maybe WOW is the water sound of this music??????? mmmmmmmmmmm???????? :)
@TonyKhan-co6fm
@TonyKhan-co6fm Жыл бұрын
MY LORD AND LADY TÎẞ OS THESE DÂZÊ ÂÑ DÂÑ ZZÂ TÎS TIME FØÊ ØSSÛM ZZÂ TIS-DÂZÊ YÊWTRÊÊ HEIRLOOMẞ RÔX YEWTREE RÔX
@TonyKhan-co6fm
@TonyKhan-co6fm Жыл бұрын
ᚠØᛖ᛫ᚺ‍ᚨᛗᛗᛖ‍ᚱ᛫ᛞᛟᚷ᛫ᛏᛟᛟᚦ︍᛫ᛞᚢᛏᚲ︍ᚺᛗᚨᚾ
@hermannsiegfriedssohn2447
@hermannsiegfriedssohn2447 11 жыл бұрын
Lingua hispanica non loquo, solus lingua theodisca, lingua anglicana et lingua latina loquo. Haec musica vera pulchra est!
@TonyKhan-co6fm
@TonyKhan-co6fm Жыл бұрын
ᛏᛁᛊ᛫ᛏᛁᛗᛖ᛫ᚠØᛖ᛫ᛉᛉᚨ᛫ᛉᛉᚨ᛫ᛉᛉᚨ᛫᛫ᛉᛉᚨ᛫ᛏᛁᛊ᛫ᛏᛁᛗᛖ᛫ᚠØᛖ᛫ᛉᛉᚨ᛫ᛉᛉᚨ᛫ᛉᛉᚨ᛫ᛉᛉᚨ᛫🥰❤️❣️🌎❤️🌎❤️🩸🌎🥰💓💦😍💋🩸😘❤️❣️🌎🌎❤️🌎❣️❤️🌹⚡❤️🩸🦊🩸🦊🍀🌱😍💋💋💋💋💋💋💋💋💋💋🧠🫀💦💓🥰⚡⚡🌎ᛏᛁᛊ᛫ᛏᛁᛗᛖ᛫ᚠØᛖ᛫ᛉᛉᚨ᛫ᛉᛉᚨ᛫ᛉᛉᚨ᛫᛫ᛉᛉᚨ᛫ᛏᛁᛊ᛫ᛏᛁᛗᛖ᛫ᚠØᛖ᛫ᛉᛉᚨ᛫ᛉᛉᚨ᛫ᛉᛉᚨ᛫ᛉᛉᚨ᛫
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