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Anna María Taigi era una mujer muy piadosa y seguidora del Evangelio. Su marido diría de ella: Habla de Dios sin ser fastidiosa como lo son muchos devotos. Su casa era un lugar donde recibía a los pobres al mismo tiempo que se ocupaba activamente de sus hijos y de su esposo. Se guió siempre por los principios de su religión, Dios tenía el primer puesto en su casa.
Todo el dinero que podía ahorrar lo dedicó a los pobres y miserables y, aunque no era rica, era muy caritativa. No dejaba de practicar, en cuanto podía, las obras de misericordia. Nunca usó de su propia conexión con las personas de buena posición para tomar a sus hijos fuera de su humilde entorno social. Toda la familia acostumbraba a reunirse para orar en una pequeña capilla privada. Sus devociones preferidas eran la Santísima Trinidad, Jesús Sacramentado y la Virgen María. De quienes se vio favorecida por medio de visiones y otras experiencias místicas
Dios se manifestaba en Ana Maria donde ella se encontrara, en medio de cualquier tarea, por medio de visiones, de éxtasis, a tal punto que decía con familiaridad y simplicidad: Déjame, tengo cosas que hacer, soy madre de familia.
Por más de 40 años, tuvo la visión de un globo luminoso, como un pequeño sol rodeado de espinas. Observándolo, ella podía leer en él eventos futuros y estados de conciencia de las personas que la venían a visitar. Ese don de profecía y de preciencia (ciencia infusa) hacia que muchos fueran a pedirle consejo y durante toda su vida, les acogió con alegría y paciencia.
Anna María murió en Roma, en 1837, a la edad de 68 años y fue sepultada en la cripta de la iglesia de los trinitarios de San Carlo alle Quattro Fontane en Roma.