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Para occidente el mundo musulmán es muy tradicionalista y basa sus decisiones en su tradición basada en el islam. Observa al islamismo radical como un movimiento monolítico. Los errores de compresión del islam son interesados y producto de la ignorancia.
En el mundo postmoderno se ha identificado al islam como el enemigo por los interés de los países occidentales por mantener las relaciones económicas y políticas con los regímenes autoritarios que gobiernan en los países musulmanes.
El discurso occidental de libertades y estado de bienestar se rompe cuando no llega al global de la población musulmana.
Occidente continua teniendo comportamiento neocoloniales y paternalista en su relación con los países árabo-musulmanes. Todo esto se refuerza con una sobredimensionalidad de este enfrentamiento en los medios de comunicación con términos como terrorismo yihadista y la aparición de Al Qaeda y el Daesh grupo que no tienen hoy en día capacidad para cambiar el orden internacional.
La solución a esta relación con el mundo musulmán no pasa únicamente por los medios militares, hay que implantar unas políticas a largo plazo con mayores medidas de estrategia social, política y económica que atiendan a las causas estructurales que alimentan la radicalización y el yihadismo, lo máximo que se puede lograr es apenas ganar algún tiempo hasta que el peligro brote nuevamente, más reforzado y menos dispuesto a la negociación.