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Los chamanes dibujaron figuras del mas alla en las estas grutas!
Descendiendo de la montaña sagrada, en un llano que se abre en dirección a La Riera -el pueblo más próximo a Covadonga, donde se conserva un puente romano que salva el nervioso curso del Deva- según la tradición que fue nombrado rey a Pelayo (Re-Pelao o Re-Pelaio); en este lugar, mantiene la leyenda, serían coronados los siguientes monarcas asturianos.
Después, siguiendo la carretera que conduce a Cangas de Onís, a la altura del pueblo de Cardes, aconsejamos se desvíe hacia El Buxu. Se trata de una cueva prehistórica, en cuyas paredes se recrea toda una cultura pictórica realizada durante el período solutrense por el hombre de Cro-Magnon; son grabados de caballos, bisontes, cabras, y demás animales que, durante el Paleolítico Superior, abundaban en estas tierras de la cornisa cantábrica; pero también aparecen extrañas figuras, en formas estilizadas y abstractas, que siguen siendo verdaderas incógnitas para la ciencia, relacionadas con ritos paganos, lo que nos llevaría a deducir que se trataba de una cueva santuario, donde las gentes de la Antigüedad, devotos de los poderes del Océano, rindieran culto a sus divinidades. Para entrar en ella, es preciso pedir las llaves en el Ayuntamiento de Cangas de Onís.
Cerca de Cardes se encuentra Corao, otro de los lugares dignos de mención en nuestro viaje. Corao es una aldea que, durante la segunda mitad del siglo XIX, estuvo relacionada con un personaje de leyenda: Roberto Frasinelli Burnitz, alemán que llegó de su país de forma misteriosa, y que dedicó el resto de su vida a la investigación de las ciencias ocultas y paranormales, además de la alquimia, en estos territorios del Oriente asturiano. A él se debe la iniciativa de la reconstrucción de la capilla rupestre de Covadonga, la coronación de la Santina y el desarrollo de unos estudios sobre las plantas medicinales de la zona que hoy siguen siendo base de tesis doctorales. En Corao sigue en pie la casa donde vivió este enigmático teutón, y a pocos metros de distancia, detrás, una cueva, la de Cuélebre -nombre que evoca a las serpientes, los seres dominadores del mundo terrenal, según los mitos célticos- donde él gustaba de retirarse a estudiar o meditar, en la más completa soledad; en la iglesia parroquial, además, se conserva su partida de defunción. Pero si desea ver su tumba, igualmente enigmática, deberá remontar unos caminos de fuerte pendiente, que conducen hacia Abamia, otro nombre mitológico para una tierra cargada de leyendas célticas.
El cementerio de Abamia se encuentra anexo a la iglesia de Santa Eulalia; se trata de un lugar tenebroso, donde la muerte se enseñorea del ambiente y causa escalofríos. La tumba de Roberto Frasinelli es un nicho señalado por una lápida rota, donde se reflejan algunos de los honores alcanzados en vida por este alemán; el lugar se ha convertido ya en punto de peregrinación de los interesados en las ciencias ocultas. El mismo templo de Santa Eulalia transmite frío y misterio; la portada, de origen románico, evoca el acceso a un mundo esotérico; las figuras representadas en los capiteles y arcadas reproducen rostros extraños de seres fabulosos; en el epitafio de una tumba leemos que allí yace Gaudiosa, la esposa de Pelayo, el de Covadonga... El erudito Juan García Atienza encontró una curiosa coincidencia toponímica entre Abamia, lugar de antiguos enterramientos de personajes sagrados, con Abydos, en el Antiguo Egipto, donde se encontraba la tumba de Osiris, el dios fundador de la teogonía nilótica.