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Uno de los mitos más difundidos sobre el autismo es de la soledad, la supuesta preferencia por estar solos. La definición etimológica pero, también, la descripción de los pioneros contribuyeron a sustentar esta idea, tanto en los círculos académicos como en la cultura popular.
No sólo no deseamos estar solos, el ostracismo al que somos sometidos es perjudicial para nosotros, tanto o más que la violencia física, como demuestra el estudio de Haruvi-Lamdan N, Horesh D, Golan O.: "PTSD and autism spectrum disorder: Co-morbidity, gaps in research, and potential shared mechanisms. Psychol Trauma. 2018 May;10(3):290-299".
Deseamos interactuar, sí, pero en nuestros términos, en el respeto a nuestros usos y costumbres. La inteligencia social no es sólo neurotípica. Comprender nuestra forma de socializar es el inicio a una invitación, a la posibilidad de conocernos y no la del destierro.