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La breve pero terrible historia de Ananías y Safira ha sido registrada por la pluma inspirada para beneficio de todos los que profesan seguir a Cristo. Esta lección importante no ha pesado lo suficiente en la mente de nuestro pueblo... Esta señalada evidencia de la justicia retributiva de Dios es terrible, y debe inducir a todos a temer repetir el pecado que produjera semejante castigo...
Ananías y su esposa Safira habían tenido el privilegio de oír el Evangelio predicado por los apóstoles... Mientras se hallaban bajo la influencia directa del Espíritu de Dios hicieron la promesa de dar al Señor ciertas tierras; pero cuando ya no estaban bajo esa influencia celestial, la impresión era menos fuerte y empezaron a dudar y a rehuir el cumplimiento de la promesa que habían hecho... Primero albergaron la codicia. Luego, avergonzados de que sus hermanos supiesen que su alma egoísta lloraba lo que habían dedicado y prometido solemnemente a Dios, practicaron el engaño... Cuando se los convenció de su mentira, su castigo fue la muerte instantánea.-Joyas de los Testimonios 1:542, 543.
Este ejemplo del aborrecimiento de Dios por la codicia, el fraude y la hipocresía, no fue dado como señal de peligro solamente para la iglesia primitiva, sino para todas las generaciones futuras... Cuando el corazón se conmueve por la influencia del Espíritu Santo, y se hace un voto de dar cierta cantidad, el que ha hecho el voto no tiene ya ningún derecho a la porción consagrada. Las promesas de esta clase hechas a los hombres serían consideradas como obligación; ¿y no son más obligatorias las que se hacen a Dios? ...
Muchos gastan dinero pródigamente en la complacencia propia. Los hombres y mujeres consultan su deseo y satisfacen su gusto, mientras traen a Dios, casi contra su voluntad, una ofrenda mezquina. Olvidan que un día Dios demandará estricta cuenta de la manera en que se han usado sus bienes, y que la pitanza que entregan a la tesorería no será más aceptable que la ofrenda de Ananías y Safira.