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El Ego de cada uno, nos tiene atrapados en un diálogo interno autocentrado en nuestra persona de carne y hueso. Un diálogo cuyo desarrollo, en la primera persona del singular, nos impide ver que somos una unidad dialéctica más amplia, cuya interacción no se puede cortar... aunque la neguemos.
En lo más profundo de cada diálogo, por conflictivo que sea, continua existiendo el estado de Paraíso primordial.