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Aprender de memoria los logros de nuestros ídolos no es tarea difícil en comparación a repasar el camino que recorrieron para conseguirlos.
Si bien la carrera de los grandes se mide en cuantas veces terminaron con el trofeo alzado, es tarea imprescindible conocer la senda que los llevó hasta donde están, incluyendo esos momentos turbulentos en los que fue nulo el éxito numérico, pero creciente el aprendizaje.
Estas campañas llenas de reveses y frustración son vitales para brillar en el momento clave, y sin su existencia muy probablemente las estrellas que tanto amamos no habrían transformado la historia del deporte.
Así fue la tercera temporada de Cristiano Ronaldo, una llena de acción futbolera y transición para acrecentar su carácter, a prueba de chiflidos por parte de la enorme cantidad de haters que para entonces ya amasaba, pero también enriquecido por esos fanáticos ilusionados gracias a sus desplantes de talento que a veces no sabía controlar.
El afán por destacar con poesías rimbombantes lo llevó a enredarse con sus pies y tomar decisiones tardías o equivocadas, amargadas por cada derrota resonante que desde la campaña anterior generó dudas sobre si sabría lidiar con el inesperado fracaso.
Hoy te platico con lujo de detalles sobre la campaña olvidada en la carrera de este jugador, una que fue clave en formar los cimientos de su leyenda al fortalecerlo dentro y fuera del campo, convirtiéndolo de esta manera en el elemento más destacado durante los años por venir.