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Jesucristo mismo es un ejemplo de la plena dedicación a Dios y de la obediencia perfecta. Como ser humano, es un verdadero ejemplo para la forma de pensar y obrar que cada persona debería atesorar a diario.
La prédica del primer domingo del mes retoma el relato bíblico que habla de la purificación de María y la presentación del niño Jesús en el templo. Con ello nos habla de la casa de Dios como lugar de encuentro con Él. El templo es un símbolo de la cercanía de Dios, que experimentamos por medio de su palabra y de los Sacramentos.
En el segundo domingo se explica que la oración es otro elemento esencial de la dedicación a Dios. La verdadera adoración no solo se expresa con palabras, sino también con acciones. En especial, cumplir su voluntad y perseverar ante las diferentes dificultades, con la certeza de que Dios siempre nos acompaña.
El Servicio Divino del tercer domingo se enfoca en la ley de Cristo, cuyo elemento central es el amor a Dios y al prójimo. Nuestra relación con Dios debe reflejarse en nuestra relación con el prójimo.
El último domingo del mes nos prepara para el Servicio Divino en ayuda para los difuntos, con la certeza de que Jesús ofrece salvación a los seres humanos de todos los tiempos, aquí y en el más allá.