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Salas repletas de personas, enfermeras corriendo de un lugar a otro, médicos ausentes o no disponibles debido a la notoria demanda de pacientes, gente desmayándose en los pasillos, enfermos pidiendo a gritos ser atendidos, ancianos al borde de la resignación, entre otros aspectos preocupantes, conforman la realidad diaria por la que atraviesa un gran número de ciudadanos de la localidad.
Se vivencian cientos de casos (cantidad variable de acuerdo a cada día) en forma diaria en el hospital local: personas que sufren de mareos, jaqueca, dolores musculares y articulares, vómitos, hemorragias nasales, fiebre, entre otros malestares.
La situación evidencia que el hospital no cuenta ni con la cantidad de especialistas, enfermeros ni tampoco con los insumos necesarios para afrontar lo que ya fue reconocido como una epidemia, lo que genera una sensación de inseguridad y desprotección en la población.