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El monasterio de Ferreira de Pantón en sus ocho siglos de historia nunca fue abandonado. Es el único de la Ribeira Sacra que todavía mantiene viva la llama del cister. Detrás de estos muros infranqueables vive retirada una pequeña comunidad de monjas bernardas, una orden contemplativa seguidora de la regla de san Benito: Aquí llevan una vida dedicada a la oración y el trabajo.