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El 6 de agosto de 2016, en una eucaristía, en el Santuario Mariano Nuestra Señora de la Esperanza, ubicado en Soracá, Boyacá, el sacerdote Álvaro de Jesús Puerta, predice una peste que sacudirá al mundo y que será necesaria para que la humanidad vuelva los ojos hacia Dios.
"Dios, padre del cielo, ya no tolera más tanta blasfemia, tanto desafío. Habrá una pandemia mundial, una peste, por la cual la humanidad deberá volver los ojos a Dios. Esto es necesario, hijos. No aguanta más."
Durante la homilía, el padre Puerta asegura a los fieles presentes que la Virgen María, lo iluminó para dar a conocer esa revelación de tanta importancia y que ellos deben "aceptar con humildad" lo que ella tiene por decir. "En palabras mías puedo decir que Dios está enojado, que no aguanta más, que llegó la hora, que esto es necesario", señaló el sacerdote.
Cabe resaltar que el padre Álvaro de Jesús Puerta es reconocido a nivel nacional e internacional por congregar desde 2004 a cientos de miles de fieles católicos en algunos municipios del departamento de Boyacá, especialmente en Soracá.
El Padre Puerta, actual párroco de Soracá, nació en Ciudad Bolívar, departamento de Antioquia, el 4 de Junio de 1958 y fue ordenado sacerdote en Tunja el 23 de octubre de 1988. Es el fundador del instituto de Misioneros y Misioneras de la Esperanza.
Tiene la reputación de ser un instrumento de Dios para sanar a los enfermos y liberar a los oprimidos del demonio, merced a una facultad eclesiástica para realizar exorcismos.
Estos eventos son muy concurridos por peregrinos que se desplazan desde todos los puntos de la geografía nacional y otros vecinos.
PRIMER SÁBADO DE CADA MES
El evento más concurrido es el del día sábado, con una asistencia usual de 15 mil peregrinos.
A las 9 de la mañana, el Padre aparece en el templete del Santuario y da inicio al Santo Rosario.
A esta hora ya se han acomodado en la explanada los jadeantes peregrinos.
La segunda parte tiene lugar en la tarde. Se trata de una gran misa campal de sanación.
De repente el Padre invoca al Espíritu Santo. Invocación que los fieles acompañan al unísono, mientras sienten la brisa divina, la primera señal física, tangible, de testimonio de la presencia de la Divinidad.
Además de la presencia material del Espíritu, el Padre anuncia la llegada de la Señora, de la Virgen de la Esperanza, que baja a platicar con sus pequeños:
“Vamos a recibir a la Señora. Ella ya está aquí. Ella ya llegó. La Señora está con nosotros. ¡Señora, salúdanos!”
Y los fieles estallan en un gran aplauso, y después cantan un Avemaría de bienvenida.
El Padre dice ver a la Señora abrazando a los peregrinos y dice: "En este momento la Señora te abraza, abraza a todos y cada uno. Y lo sé porque lo veo."
La Danza del sol
El Padre instruye a sus fieles:
¡Estiren los brazos hacia arriba, hacia los lados, hacia abajo. Aspiren la brisa que circula por la montaña sagrada, el oxígeno divino que envía la Señora a los dolientes cuerpos de los peregrinos para sanarlos, para salvarlos!
El Padre anuncia: El Sol girará sobre sí mismo y aparecerán imágenes sagradas, rostros muy conmovedores de figuras sagradas, como la Santísima Virgen y su Hijo y los apóstoles. Empero, no hay que asustarse. Eso sí, hay que cuidarse bien los ojos. Sólo mirar con la protección adecuada el relumbrante sol, la mirada ha de concentrarse en las figuras sagradas, en los colores morados y en los verdes que se verán en la periferia solar.
Después de dos rondas de danza solar el Padre exhorta a sus fieles: Estiren sus brazos y tomen el oxígeno del cielo.
De esta forma, el oxígeno de la Virgen hace su recorrido curativo por todas las áreas del cuerpo.
El Padre Álvaro de Jesús exclama lentamente para darle mayor fuerza a las palabras: Piensa que te has sanado, piensa que estás sano. Di ahora ¡estoy sano, me he sanado, estoy sano! Y da la orden: ¡ahora boten el exceso de oxígeno enfermo!
Posesión por la Virgen de la esperanza
Toda la audiencia está en completo silencio cuando, Ella, la Virgen, se posesiona del cuerpo del Padre y habla por su boca:
“Mis benditos, mis pequeños, os bendigo, os doy mi bendición. Os amo mis pequeños míos. Mi devoción son ustedes, mis pequeños, mis hijitos. Son ustedes mi más grande ternura. Yo los bendigo. Yo quiero que ustedes se preparen para mi mes de mayo rezando en familia el santo rosario. El rosario es la cadena que ata al diablo. Les invito a prepararse. Yo deseo mis hijitos, mis pequeños, que sean bonanza en devoción a mi amado Jesús. Hay que orar más. Mi amado Jesús está sangrando. Mi amado Jesús sigue sufriendo. Yo consuelo a mi Hijo, pero no es suficiente. Él espera vuestro consuelo. Sean buenos, mis pequeños. Sean buenos, mis pequeños. Si supieran lo hermoso que es el cielo. El cielo es muy hermoso y yo quiero que ustedes estén con nosotros. Nosotros los esperamos, pero hay muchos que no quieren llegar al cielo. Yo los bendigo.”
Con el amén final, la multitud estalla en aplausos.