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Dios no condiciona Su amor a nuestra perfección ni a nuestros aciertos. Él promete amarnos plenamente, incluso sabiendo nuestros errores y caídas. Así como Jacob, todos luchamos y peleamos en la vida, pero esas batallas no nos descalifican ante Él.
Dios es experto en hacer grandes cosas a través de personas rotas e imperfectas. No necesitamos ser impecables para ser amados. En vez de cargar con nuestra culpa, pongámosla en Sus manos. Aunque debamos enfrentar nuestras sombras, Él nunca nos abandona. Su amor sigue intacto, incluso si el proceso nos deja cicatrices.