En un mundo lleno de incertidumbre, este evangelio nos llama a confiar en la palabra de Cristo: "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán". Esta promesa nos da firmeza y dirección. Si permanecemos arraigados en su amor, no hay oscuridad que pueda apagar nuestra luz interior. Que este tiempo de espera sea un tiempo de renovación, donde cultivemos una vida de oración, servicio y esperanza. Que vivamos atentos a los signos de Dios en nuestro día a día, porque Él está siempre cerca, caminando con nosotros hacia la plenitud de su Reino.