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Una vez más los árboles se han convertido en vallas, y las lágrimas se han fosilizado en el este llorando en las noches más largas que jamás habían conocido. Sus ojos brillan y cargan con antorchas que iluminan sus rostros que escupen rencor y claman venganza, que desprenden rabia y dolor, pero caminan firmes y no hay frio, nieve o hielo que los detenga. No hay vómitos o dolores que los frenen en su cometido. Pues sus bocas piden la venganza que devolverá el viejo sol a su ahora negro cielo, el amanecer que les han robado, sus gritos se escucha ya en occidente mientras tiemblan ante el principio del fin.