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Un libro es el depósito natural, así como el único satisfactorio, de una colección de sellos. Cierto, hay aquí y allá filatelistas que prefieren enmarcar sus ejemplares y colgarlos en las paredes de la biblioteca o del estudio; y hay unos cuantos coleccionistas que desdeñan poner sus tesoros en un mero libro, y en cambio los guardan en cajas y cajones.
Pero tales casos son pocos y distantes entre sí. Desde el mismo nacimiento de la filatelia, las colecciones de sellos se han montado en libros de un tipo u otro. Incluso antes de la era de los álbumes impresos, los primeros coleccionistas anticiparon el álbum colocando sus ejemplares en libros, que ellos mismos prepararon a tal efecto asignando una página o páginas a los sellos de cada país, y luego, con pluma o lápiz, repartiendo un espacio determinado para cada número.
La mayoría de los coleccionistas ven su álbum como una parte importante de su mundo, o quizás más acertadamente, como su Atlas. Al igual que Atlas, quien se vio obligado a sostener el mundo sobre sus hombros para siempre, el álbum del coleccionista alberga sus posesiones más preciadas. Es una de las herramientas más importantes de la afición filatélica.