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El Brindis del Ratero
(Parodia del Brindis del Bohemio)
¡Feliz y combativo 2018!
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El Brindis del Ratero
(Parodia del Brindis del Bohemio)
En torno de una mesa de partido,
una noche de invierno,
regocijadamente departían
cinco alegres rateros.
Los ecos de sus risas escapaban
y de aquel edificio quieto,
iban a interrumpir el imponente
y profundo silencio.
El humo de olorosos cigarrillos
en espirales se elevaba al cielo,
simbolizando al resolverse en nada
la vida de aquellos rateros.
Pero en todos los rostros había risas,
capuchas en todos los cerebros,
y repartidos en la mesa nombres,
Fox, Calderón, y el junior ladronzuelo
Peña Nieto.
Era curioso ver aquel conjunto,
aquel grupo ratero
del que brotaba la palabra democracia,
la que vierte veneno,
lo mismo que melosa y delicada
la música de un hueso.
A cada nueva discusión las penas
hallábanse más cerca del grupo,
y nuevos trinquetes llegaban
a todos los cerebros,
con la tranza que venía
en alas del recuerdo.
Olvidaba decir que aquella noche,
aquel grupo ratero,
celebraba entre risas, libaciones,
golpes bajos y versos,
la agonía de un presidente
que amarguras dejó en todos los pechos,
y la llegada consecuencia lógica,
de un nuevo y corrupto gobierno.
Una voz incógnita dijo de pronto:
¡Vicente Fox, compañeros!
Digamos el Requiescat por Zedillo
que ha pasado a formar entre los muertos.
¡Brindemos por el candidato que comienza!
Porque nos traiga ensueños,
porque no sea su equipaje un cúmulo
de amargos desconsuelos.¨
¡Brindo! Dijo otra voz, por la tranza
que a la vida nos lanza,
de vencer los rigores del destino.
Por el capital nuestro dulce amigo
que las penas mitiga y convierte
en vergel nuestro camino.
Brindo porque ya hubiese a mi existencia,
puesto fin con violencia
esgrimiendo en mi frente un agujero,
si en mi cielo de tul, limpio y divino,
no alumbrara mi sino
una pálida estrella, mi dinero.
¡Bravo! Dijeron todos,
inspirado esta noche has estado,
y hablaste bueno, breve y substancioso.
El turno es de Calderón, levante su copa
y brinde por su trabajo,
ya que su empleo es delicioso.
Bebo y brindo, clamó el gran borracho:
Brindo por mi sexenio que fue de orden,
de "amor y de justicia".
Días en que me soñé General y a la milicia,
saqué a las calles cual César del Imperio,
y la Guardería ABC fue la primicia
de que México sería un cementerio,
una fosa clandestina, un improperio
que a mis sueños perturba en pesadilla.
¡Brindo por Genaro García Luna!
que en la amargura que hoy cubre
la negrura de mi corazón, esparza sus consuelos
trayendo hasta mi mente las dulzuras
de mazmorras, de desaparecidos y de muertos.
Brindo porque en mi mente brote un torrente
de demagogia divina y seductora,
porque vibre en las cuerdas de mi campaña
el verso que suspira,
que envuelve, que apendeja y que enamora.
Brindo porque mis discursos cual saetas,
lleguen hasta las grietas
formadas de metal y de granito,
del corazón del pueblo ingrato
que a mentadas me mata,
pero que hace un trabajo muy bonito.
Porque a su intelecto llegue mi canto,
porque enjugue mi llanto
su fuerza de trabajo que pague mis trinquetes.
Porque con creces mi ambición me pague,
¡Vamos! Porque me embriague
los próximos seis años con billetes.
Siguió con la tempestad de frases vanas,
de aquellas tan humanas
que hallan en todas partes acomodo,
y en cada frase de entusiasmo ardiente,
hubo ovación creciente
y libaciones y reir y todo.
Se brindó por la patria, por las leyes,
por las tranzas menores
que hacen un dineral si se hacen muchas,
y por esas pasiones voluptuosas
que el fango del placer llena de rosas
y hacen de la explotación la cortesana.
Hubo brindis por todo y a raudales,
recordando el "te lo firmo y te lo cumplo",
por el Pacto por México y reformas estructurales,
las mentiras del Grupo Atlacomulco.
Por la Casa Blanca y Odebrecht,
y los Chuchos como punta de flecha
de una izquierda perredista que a placer
lame y cobra con la mano derecha.
Solo faltaba un brindis, el de Peña,
el del ratero puro,
de pobre corazón y mísera cabeza,
aquel que sin ambages declaraba
que solo ambicionaba,
robar y tranzar con la pobreza.
Por todos estrechado, alzó su copa,
frente a la alegre tropa,
desbordante de ideas y a la cargada,
los inundó en la luz de una mentada,
sacudió su copete alborotado,
y dijo así con su priista acento.
Brindo por la silla, más no por esa
en la que torturan causando mil tristezas,
rescoldo del placer, ¡desventurados!
No por esa que nos brinda sus hechizos
cuando sentados y con mi permiso,
los precios suben, ¡afortunados!
Yo no brindo por esa silla, compañeros,
siento por esta vez no complacerlos.
Brindo por la silla, pero por una,
por la que en estos seis años
me brindó sus embelesos
y me durmió con besos,
¡Por la silla que me ayudó a la uña!
Por la silla que me enseñó de hombre,
lo que vale este sistema
exquisito, profundo y muy ratero,
por la silla que me endiosó en sus brazos...