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Álvaro Serrano tenía una brillante vida a la vista: un estupendo puesto como ingeniero aeronáutico en una importante compañía aérea; sus amigos; su novia: sus aficiones; un poco de tiempo para dedicarlo a su fe. Era su modo de vida. Era... ¿perfecto? Todo quedó atrás porque decidió escuchar atentamente (por fin), ser valiente y volar más alto. Un día, encestó una canasta imposible. “Fue la parábola perfecta”, le dijeron. Y el rumbo de su vida cambió de forma radical. “No hay nada más grandioso que ser sacerdote para toda la eternidad”, asegura. Este es el testimonio del joven Álvaro Serrano, un prometedor ingeniero que la compañía Iberia se perdió y el gran sacerdote que Dios se ganó.
A punto de terminar la carrera, un programa de talentos jóvenes de la compañía aérea española Iberia le llevó de cabeza al mundo laboral por la puerta grande. En poco tiempo fue promocionado. Adjunto a la Dirección de la empresa por sus propuestas innovadoras, todo prometía una carrera brillante, fulminante, para un ingeniero aeronáutico. Él había sentido la llamada a la vocación sacerdotal desde niño. Pero en los momentos decisivos, algo o alguien le hacía mirar en otra dirección.
Álvaro lo tenía todo. Pero una gran tristeza le invadía y oscurecía su prometedor futuro.
Dios tiene las formas más imprevistas de ponernos de cara a Él. Hay muchas situaciones totalmente providenciales en la vida de Álvaro, situaciones que él reconoce cuando mira hacia atrás pero que, en su momento, eran interrupciones, motivo de conflicto, toma de decisiones que requieren una valentía que a veces nos falta. Cerca de la decisión final, incluso pensó que su vocación era una huida hacia adelante, para aliviar la dureza de una carrera universitaria y un camino profesional muy exigentes. También le pesaba sobre los hombros la responsabilidad del esfuerzo que habían hecho por él sus padres durante tanto tiempo. Pero Dios se sirve de todo, y nada fue en vano. Toda aquella dedicación, tanto de su parte como de su familia, acabaría teniendo su sentido y su recompensa.
Un sábado cualquiera ya en su último año de carrera, le dio por apuntarse a un evento promocional que se organizaba en su Universidad: había que encestar una canasta de baloncesto desde la mitad de la cancha. Aquella iniciativa se había repetido ya durante 4 años. Nadia había encestado. Su nombre salió entre unos 5.000 candidatos. Le tocó tirar el tercero. Y encestó. Poco antes de su turno para tirar, se retiró en oración. Y no es que desafiara a Dios. Solo le pedía una evidencia, algo contundente para salir por fin de dudas, aclarar la sospecha de algo que le perseguía desde niño: "si encesto es que quieres que sea sacerdote”. Y se dio la parábola técnicamente imperfecta, pero con el resultado perfecto. Encestó, y Dios se quedó con él.
Entró finalmente en el Seminario Mayor de Toledo. Se encontró con el rechazo y el disgusto mayúsculo de sus padres y su entorno al conocer su decisión. Con 30 años y con una vida totalmente “enfilada” hacia el éxito (según los cánones sociales de hoy), lo dejaba todo para ser sacerdote. Pero Dios también se ocupa de poner orden en medio de un conflicto así.
Estudió y se preparó para su vocación sacerdotal. Y Dios le iba a hacer trabajar con los talentos que había mostrado y multiplicado en su etapa universitaria y profesional. En plena pandemia de Covid 19, Álvaro Serrano lanzó la web www.misaencasa.com, para que todos pudieran seguir sosteniendo su fe: yendo virtualmente a Misa, a Adoración, a formarse, a conocer las actividades de las parroquias. En definitiva, a seguir con Dios en un tiempo tan incierto como el de aquella pandemia mundial. Aquella web fue felicitada por el mismísimo cardenal Robert Sarah. Hoy ese sitio web sigue activo, ofreciendo mucho a los cristianos en el mundo online.
Álvaro Serrano se ordenó el 18 de junio de 2022, en un marco incomparable como el Monasterio de Guadalupe (en Cáceres, Extremadura), “casualmente” en pleno Año Jubilar y bajo el manto de la Virgen que tantas veces le amparó en la oración, en el llanto, en la súplica y en el agradecimiento.
Ahora este joven sacerdote rural es feliz desempeñando en dos pequeños municipios de la Diócesis de Toledo en la provincia de Badajoz. Por fin, “lo tiene todo” y su mayor ilusión y responsabilidad es acompañar a la gente a volar hacia Dios, porque solo nos juzgarán por el amor. “Ahí está la salvación”, dice firme Álvaro Serrano.
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