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Colombia está al borde del abismo y la culpa recae directamente sobre el jefe de la mafia, Gustavo Petro. Sus delirios megalómanos y su incapacidad para gobernar nos han llevado a una crisis diplomática sin precedentes con los Estados Unidos, nuestro principal aliado comercial y diplomático.
Las absurdas decisiones del tirano en ciernes han tenido consecuencias devastadoras: deportaciones bloqueadas, sanciones arancelarias y restricciones financieras que golpean directamente a los colombianos.
Petro, bajo el manto de la madrugada y en medio de sus delirios, decidió prohibir el ingreso de vuelos con compatriotas deportados. Este acto ilegal no solo es una afrenta a nuestras leyes, sino un insulto a miles de familias colombianas. Su retórica contradictoria -primero prometiendo flores y luego cerrando puertas- refleja el caos mental de un líder que pone sus caprichos personales por encima del bienestar nacional.
La respuesta del gobierno de Trump fue inmediata y severa: cierre de la sección de visas en la embajada, sanciones económicas y aislamiento diplomático. Miles de colombianos verán truncados sus sueños, sus familias separadas y su futuro comprometido, todo gracias a las decisiones irresponsables de Petro.
Es el momento de actuar. Los empresarios, ciudadanos y patriotas debemos alzar nuestras voces. Un paro general no es solo una opción, es un deber. Debemos demostrar que Colombia NO es Petro, que no estamos dispuestos a ser gobernados por el caos, la mafia y la traición.