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En el año 1118, Alfonso I el Batallador, al que el papa Gelasio II le otorga Bula de Santa Cruzada, llega a las puertas de Sarakusta que, bajo dominio almorávide, cuenta por aquél entonces con una notable población de 25000 habitantes.
Con un ejército, integrado por caballeros aragoneses, castellanos, catalanes, navarros y franceses, entre los que destaca Gastón de Bearn, el 18 de diciembre, tras siete meses de asedio, toma la ciudad, ocupando inmediatamente los dos edificios más representativos del poder islámico: los palacios de la Zuda y de la Aljafería.
Este último palacio sufre con el discurrir de los años sucesivas reformas y ampliaciones, siendo las más importantes, las que se llevan a término en el siglo XIV, bajo el reinado de Pedro IV el Ceremonioso.
Se financian a costa de imponer severos gravámenes a judíos, y mudéjares y con la incautación de los bienes de los condenados a muerte.
El nuevo espacio, que se va configurando a lo largo de más de tres siglos, se ha venido en llamar "Palacio Mudéjar" o "Palacio de Pedro IV", ubicándose fundamentalmente en la zona norte del conjunto arquitectónico, aunque algunas de sus dependencias se sacrifican con la construcción del edificio de los Reyes Católicos y con las intervenciones cuartelarias posteriores.
Testimonio de las reformas que se realizan, también en el palacio islámico, son los restos de un friso medieval relativo a Jaufré, uno de los caballeros de la Mesa Redonda a los que se refiere la leyenda Artúrica.
Puede visualizarse en uno de los muros del Salón de los Mármoles.
Tal y como se ha señalado con anterioridad, es Pedro IV quien acomete un auténtico plan de reconstrucción integral del conjunto palaciego.
Su primer contacto con la ciudad se produce en 1336, con ocasión de la celebración de las exequias de Alfonso IV y de su inmediata coronación en la Seo, a la que le siguen fastuosas celebraciones en la Aljafería.
El nuevo rey, que carece de cualidades guerreras, es un genio en materia diplomática, lo que le convierte en un magnífico gobernante, que utiliza la Aljafería como símbolo del nuevo modelo de gobierno que instaura.
Acomete la reconstrucción de la capilla de San Martín, a la que se accede desde el patio del mismo nombre.
El templo, que sufre múltiples transformaciones a lo largo de los siglos, es de planta rectangular, con dos columnas centrales sobre las que descansan los arcos de las bóvedas.
En la actualidad, se utiliza como biblioteca y como centro de documentación de las Cortes de Aragón.
También acoge en depósito la biblioteca del fallecido poeta y político aragonés Emilio Gastón, que cuenta con casi cuatro mil volúmenes, algunos de ellos de comienzos del siglo XVIII.
Por iniciativa de Pedro IV, se levanta igualmente la capilla de San Jorge, en la galería sur del antiguo palacio musulmán.
El templo acoge en 1399 el Santo Grial, que es traído desde San Juán de la Peña por mandato del Rey Martín I el Humano, permaneciendo en esta iglesia durante décadas.
En 1867 esta capilla es demolida para llevar a término remodelaciones cuartelarias.
Con el propósito de que sobreviva algo a este terrible atentado cultural, algunos de los arcos del pórtico meridional se reparten entre el Museo Provincial de Zaragoza y el Museo Arqueológico Nacional.
Hoy, ese espacio lo ocupa el denominado "Salón San Jorge", cuyo interior acoge dos de esos arcos, que los cede el Arqueológico Nacional durante la Expo de 2008 para disfrute de los visitantes.
Concluido el evento, el museo ha reclamado su retorno a las instalaciones madrileñas, demanda que ha sido desoída por las autoridades aragonesas.
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