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«Una oración de David». David no habría sido un hombre según el propio corazón de Dios de no haber sido un hombre de oración. Era un maestro en el arte sagrado de la súplica.
Recurrió a la oración en todo tiempo de necesidad, como el piloto se apresura al puerto bajo la presión de la tempestad. Tenemos aquí un cántico doliente. «Una apelación al cielo» por las persecuciones en la tierra.