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A Cortázar, decía, es imposible etiquetarlo. Su obra es colorida, variada y sensible, como pocas. Su imaginación, tan vasta, lo llevó a construirse un universo propio, que reformula las imágenes de la novela negra con una mezcla de lo gótico y del terror de Poe. Sus Cronopios y sus Famas han sido criaturas capaces de inspirar no sólo a lectores sino a un sinnúmero de apasionados de los seres mitológicos. A través de ellos, que se aparecen en varias de sus obras pero fundamentalmente en «Historias de Cronopios y de Famas», Cortázar intentó plasmar la energía de las personas y dibujar un mapa de fábula que representa la realidad. La suya es una mirada amplia sobre un mundo donde hay seres nocivos, envidiosos y llenos de ira que intentan destruir el buen hacer de las criaturas soñadoras y trabajadoras.
Pese a que muchos incluyen a Julio dentro del Boom Latinoamericano su entrada en el grupo fue tardío; de hecho, cuando la industria editorial demostró interés por su obra ya era Julio un autor en toda regla, con varias obras publicadas y un grupo de lectores propio. Eso sí, el hecho de que los aduladores de la Literatura Latinoamericana en España se fijaran en él colaboró muchísimo con su popularidad.
Es importante hacer una aclaración: mientras el resto de los autores que se encuentran en esta generación literaria se abanderaban al realismo mágico, su estilo es el más alejado de esta estética creativa; de hecho, es muy difícil establecer paralelismos entre Julio Cortázar y cualquiera de los referentes del Boom. Mientras que la mayoría de los escritores latinoamericanos de este grupo se apoyaban en una escritura que abogaba por una mirada a lo regional, Cortázar buscó una escritura fronteriza, capaz de ser comprendida y apropiada desde cualquier punto cardinal.
Julio es uno de los escritores más variopintos y versátiles de su tiempo y su obra, una muestra de la importancia de la heterogeneidad en la literatura.