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*El viejo del misterio*
Por las noches de invierno, cuando el frío envolvía todo como un manto helado y la oscuridad parecía no tener fin, yo volvía a casa tras una tarde jugando con mi yoyo de madera. El sendero del bosque era un camino conocido, pero esa noche todo se sentía extraño, como si el aire estuviera cargado de algo que no podía comprender.
De repente, un grito desgarrador rompió el silencio de la noche. Era un sonido que no parecía humano, algo profundo, extraño y aterrador. Mi corazón dio un vuelco, y mis pies parecieron clavarse en el suelo. En un murmullo apenas audible, rogué: "Dios mío, líbrame de todo lo malo." Un escalofrío recorrió mi cuerpo, y por un momento, sentí que el bosque entero contenía la respiración.
Entonces, una voz profunda y ronca resonó entre los árboles, como un trueno en la montaña: "¿Quién eres tú?" Temblando de miedo, reuní valor y respondí con la voz quebrada: "¿Quién eres tú, que te escondes en la oscuridad?" Mi pregunta no tuvo respuesta, pero el crujir de ramas cercanas me hizo girar la cabeza.
De entre las sombras surgió una figura alta y delgada. Era un viejo extraño, vestido con una túnica rota que ondeaba en el viento. Llevaba un pantalón ensangrentado y unas botas de vaquero cubiertas de barro. Una pipa ardía en su boca, y el brillo anaranjado de sus brazas hacía que sus ojos amarillos parecieran fuego puro. En su muñeca lucía un reloj dorado, con una brújula en el centro que reflejaba la escasa luz de la luna. Su rostro estaba parcialmente oculto por una rama, y su presencia era tan intimidante que me quedé sin palabras.
El viejo habló de nuevo, su voz como un eco profundo: "No cuentes a nadie lo que has visto esta noche." Y luego, tan rápido como había aparecido, se desvaneció en la oscuridad, dejando tras de sí el olor a humo y la sensación de que algo inexplicable acababa de suceder.
Esa noche llegué a casa sin decir una palabra. Mis padres notaron que algo andaba mal, pero nunca les conté lo ocurrido. Durante días, las imágenes del viejo, su pipa y sus ojos me persiguieron en sueños. Sentía que algo sobrenatural había ocurrido, algo que no podía explicar.
*Tiempo después, cuando regresé al bosque durante el día, todo tuvo sentido.* El "viejo" no era más que un hombre solitario, un campesino mayor que vivía en una cabaña cercana. Su ropa rota y su pipa eran comunes entre los trabajadores de la zona, y su reloj, aunque curioso, no tenía ningún misterio especial. Aquella noche, mi miedo y la oscuridad habían convertido a un hombre ordinario en un ser de pesadilla.
*Moraleja:* A veces, el miedo a lo desconocido nos hace ver cosas que no existen y nos lleva a imaginar peligros donde no los hay. Pero la verdad, cuando se revela, siempre es mucho más simple de lo que pensamos. Enfrentar lo desconocido con calma y curiosidad puede desvanecer incluso los miedos más profundos.