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De las liebres
I
Las liebres de mi dehesa
son duras como ellas solas,
llevan aires de princesa
cuando pasan por la loma.
No hay galgo que las alcance
ni perro que las anime,
ni caballo que las canse,
ni nadie que las domine.
Se parecen a los vientos
que desatan tempestades,
corren como el pensamiento
cruzando los eriales.
II
Cuando saltó de la cama
derecha “pa” el perdedero,
dio por entre las retamas
veinte recortes toreros.
Los jinetes que la siguen
azuzándole los perros,
por el llano la persiguen
hasta los altos de un cerro.
Y mi perra Cancionera
que lleva muchas «corgás»
la dejó que se fuera
y no la pudo matar.
III
Quita el dedo del gatillo
y perdónale la vía,
que va derecho al portillo
para buscar a su cría.
Tira a la perdiz volando
esa que va a la ribera
y termina perdonando
a esa liebre tan ligera.
Que Dios quiso que corriera
por los galgos perseguida
y no que una cartuchera
le arrebatara su vida.
IV
Dentro de una alcachofera
una liebre se movía,
y “pa” que nadie la viera
se encamó al venir el día.
Pero nuestro amigo el Cate
que iba andando con su perra,
dijo es fácil que la mate
pues le veo las orejas.
Después de darle ventaja
como los galgueros buenos,
la perra se la trabaja
y la mató en el sendero.
Juan de Dios Pareja-Obregón / J. M. Moya