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Traducir documentos legales y médicos tienen un grado de dificultad y requieren del dominio de tecnicismos, pero traducir literatura es otra cosa, implica una ardua tarea de interpretación.
La idea de traducir literatura, es expresar las emociones en otra cultura, usando un lenguaje diferente, pero que al mismo tiempo logre poner imágenes en el lector, respetando la esencia de la obra original. Quizá los más sensibles pudieran ser los escritores, pues combinan el arte de la traducción con el de la creación.
Trasladar, interpretar y difundir una obra en otro idioma se ha vuelto esencial en un mundo globalizado e interconectado que, gracias a los traductores que permiten el acceso a literatura de otras latitudes, se nos permite conocer más sobre la cultura y formas de vida de otros países.
La labor de escritores traductores es importante y necesaria, aunque no precisamente muy reconocida. Es difícil de creer pero un trabajo tan profesional y decisivo para la comprensión de una obra literaria, permanece en muchos casos en el anonimato, ya que sus nombres se esconden tras la fama de los autores, apareciendo en páginas que nunca se leen en lugar de estar en la cubierta.
Imagínate que no existieran buenas traducciones de obras literarias, por no saber otro idioma te perderías de las obras de escritores como Dostoyevski, Bukowski, Ernest Hemingway, William Shakespeare, filósofos clásicos como Nietzche, Sartre, Aristóteles, y muchos más.
A lo largo de los años, algunos traductores han sido muy conocidos y apreciados por el público y los críticos como Jerónimo de Estridón (el primer traductor de La Biblia), Martin Lutero o Alexander Pope, pero se debe seguir reconociendo a los escritores que continúan creando sus obras hoy en día.