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La sociedad actual está atravesando una enorme crisis que afecta a, prácticamente, todo lo que había estado establecido como bueno.
Las presiones elitistas para transformar al mundo están obligando a los gobiernos a ser agentes de transformación. Ya no importa tanto si la gente demanda una necesidad, sino qué es lo que se ajusta a un determinado plan o agenda preestablecida.
El cambio de programa exige un cambio de pensamiento y de paradigma. Eso significa que hay que acabar con los pensamientos anteriores, como la libertad de expresión, el concepto de derechos y libertades individuales, la moral cristiana, la familia y demás tradiciones que puedan estorbar la implantación de algo nuevo y distinto.