La hipocresía, la necesidad de deslumbrar en el escenario sin importar a que apelar, la imperiosa urgencia de un histrionismo enfermo, obsceno y grotesco. El hato deslucido de arte y vergüenza que apela a una verdad que es cierta solo para los carentes. Para Candela Peña y sus secuaces de privilegios y falacias es incierta, escenifican un dolor y orfandad que no viven, que no sienten y que poco hacen para aliviar. Ella teatraliza un dolor ajeno para seguir generando aplauso, subvención y riqueza