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Los fulións hacen bailar a las mázcaras en Manzaneda. El desfile del día grande reunió a los tres folións de la localidad y también a los invitados de A Pobra de Trives y Vilariño de Conso. El entroido de Manzaneda es sentimiento, es la pervivencia de lo heredado de los abuelos que se va transmitiendo a los nietos. Es el grito de la tierra, la tradición hecha entroido, hecha baile.
Las mázcaras, que es como se llaman los personajes tradicionales de este carnaval declarado fiesta de interés turístico gallego, bailan al ritmo del fulión. En este, los músicos tocan los bombos, las cornas o los aperos de labranza con su toque. Porque cada aldea tiene el suyo propio. No suena igual el Fulión da Mourela p’acá que el de Cesuris o el de San Martiño, los tres que ayer se dieron cita en el desfile por las calles del casco urbano, ese que permite de paso descubrir los restos de la muralla medieval, para quien no la conozca, o atravesar la Porta da Vila. Es la oportunidad perfecta para verlos a todos juntos, en una cita en la que cuentan con la compañía de los foliones vecinos de Vilariño de Conso y A Pobra de Trives.
El martes es el día que se reúnen, pero ni mucho menos el único que salen. Si algo caracteriza este entroido es que es espontáneo y que muchas noches comienza la foliada sin mayor anuncio. Y entonces en las aldeas se abren las bodegas para dar la bienvenida a mázcaras y fulións, que hacen una parada para tomarse un vino o comer un pincho: los chorizos de la matanza están para echarles el diente. Tampoco faltan las galletas ni los refrescos, porque cada vez son más los niños que se unen a las rondas.
Autor: José-María Moreno García. Fotógrafo humanista y documentalista. Cronista Oficial de la Villa de Madridejos.
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