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Gilberto Hernández lo persiguió siempre la sombra del arrabal, los bajos fondos, la cantina, el cabaret y eso marcó su larga y extensa carrera, que se apagó un lunes 25 de noviembre de 2002, a las 3:41 p.m., en Puntarenas, puerto al que inmortalizó con su voz singular e irrepetible.
Sobre el cantante, que desde niño mostró una vocación clara por la música, existían muchas interrogantes, tanto en el ámbito personal como profesional, que Mario Zaldívar, escritor y especialista en música popular costarricense, responde en Gilberto Hernández, biografía, un libro que hace un metódico recorrido por la obra de este intérprete, que conquistó los corazones de la Costa Rica de a pie y más allá.
“El cantante costarricense Gilberto Hernández alcanzó ese grado de intérprete sagrado de su pueblo, merced a un estilo originalísimo que fue puliendo con el tiempo, hasta ubicarse en el sitio de cantor representativo de lo más auténtico del sentimiento popular de nuestro país”.