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Esta historia daría inicio cuando un ser omnipotente se estaría despertando de un largo sueño. Este ser era el creador de todo lo existente. Al despertar, activaría toda su omnipotencia y omnisciencia. Al momento de activar su poder, notaría lo que estaba pasando en todos los universos, multiversos, megaversos y tragaversos. El ser supremo, al ver todo el caos que se había creado por estar durmiendo, diría:
Supremo: Ya veo que cuando duerma, debo dejar a una persona supervisando toda mi creación.
Todo esto lo diría el ser supremo mientras observaba su creación en el Megaverso 59, Multiverso 19, Universo 13, Planeta 17. Podemos ver al dios Urano haciendo una de sus atrocidades, que consistía en encerrar a todos sus hijos en el tártaro por miedo a que uno de ellos lo destronara de su poder. Gea, al ver esto, estaría desconsolada por presenciar lo que su esposo le estaba haciendo a sus hijos. Ella solo observaba cómo Urano encerraba a sus hijos en el tártaro cada vez que Gea tenía un nuevo niño.
Pero lo que estos dioses no sabían era que el dios creador de todo, con su omnisciencia, estaba observando todo lo que estaba pasando.
Mientras tanto, con el ser supremo: "Ya veo que tendré que HACER algo para poder crear el orden en todo este mundo que está en desequilibrio". El supremo estaría pensando en qué hacer hasta que le llega una tremenda idea.
Supremo: Ya sé lo que voy A HACER. Voy a tener un hijo para que se encargue de poner el orden en todos estos mundos, ya que yo no puedo, porque eso lo destruiría todo solo con acercarme y yo no quiero eso.
El supremo, después de eso, empezaría a observar todos los mundos para ver de qué raza sería su hijo, ya que él no era de ningún tipo de raza, era energía como tal. Mientras observaba, el supremo vería una raza muy interesante: los Saiyajin. Esta raza tenía algo muy particular, y era que era la única raza que no tenía límite en aumentar su poder, aunque ellos no lo sabían. El supremo, al conocer esta raza, de inmediato empezaría a crear un ser tan poderoso que todos aquellos que se llamaban dioses sabrían lo que es un dios.
Se podría ver cómo, en medio de la nada, empezaría a aparecer un ser muy extraño. Al principio, tendría una apariencia de mono, pero luego pasaría por una metamorfosis y se convertiría en un ser humano. El ser que el supremo había creado se estaría mirando y mirando hacia todos lados; no entendía qué hacía ahí hasta que escucharía una voz.
Supremo: Hola, hijo. El ser, al escuchar esto, se sorprendería y dice: ¿Quién eres?
Yo soy tu creador, soy tu padre. Ser: Pero ¿dónde estás? No te logro ver, solo te puedo sentir.