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Querida hija mía, en este momento me dirijo a ti con un mensaje de cautela y sabiduría. Has caminado a través de pruebas, algunas ensombrecidas por la traición, y esto ha puesto a prueba tu espíritu. Estas experiencias, aunque dolorosas, han formado parte de tu camino. Ahora te encuentras en una encrucijada, rodeado de desafíos invisibles. No debes afrontarlos solo. En lugar de ello, busca mi guía. Mira hacia la luz de mi sabiduría en la quietud de tu corazón. En oración sincera, encontrarás la fuerza y la perspicacia necesarias para navegar por este camino.
Recuerda, hija mía, que no todo lo que parece claro es verdad, y no todo lo que está oculto está perdido. Confía en mi presencia y deja que mi previsión sea tu guía. A través de estas pruebas veladas, ven a mí e iluminaré el curso más sabio. Seré tu fortaleza, tu protector. ¿No he dicho que soy escudo para todos los que se refugian en mí? No debes temer esta amenaza, pues ningún arma formada contra ti puede prosperar jamás. Mantén el ánimo firme. No respondáis con ira, sino con la compasión con que os he agraciado. Porque el amor derrite hasta el corazón más áspero. Sé que has sufrido traiciones y heridas infligidas sin pensar, pero la curación espera a todos los que caminan por la senda del perdón. He plantado semillas de remordimiento incluso en los corazones que te han herido, y la reconciliación florecerá a su debido tiempo si se cuida con paciencia y gracia. Mi precioso hijo, estoy contigo en la luz y en las sombras. Cuando camines por valles de incertidumbre, no temas ningún mal, porque siempre estoy a tu lado. Mi vara y mi cayado te reconfortarán. Ungiré tu cabeza con el óleo de la alegría. Incluso en medio de las pruebas.