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En los primeros tiempos de la Reconquista, la inseguridad de la vida en guerra constante hacía que la agricultura resultase poco atractiva. Era más seguro y rentable criar ganado, que podía moverse con los ejércitos y aprovechar los terrenos deshabitados que hacían de frontera con el enemigo como tierras de pasto.
Con el gran impulso reconquistador de Fernando III, la tierra se convierte en segura y los labradores la roturan, prohibiendo el paso de los ganados.
Alfonso X se vio en la necesidad de promulgar leyes para delimitar los derechos de agricultores y ganaderos, protegiendo las cosechas y estableciendo caminos entre las tierras de cultivo (cañadas) para facilitar la trashumancia de los rebaños.
En 1273 don Alfonso creó el llamado Honrado Concejo de la Mesta, reuniendo a todos los pastores de León y de Castilla en una sola asociación y otorgándoles importantes prerrogativas.
Con anterioridad, los ganaderos se reunían en diversas localidades, dos o tres veces al año, en asambleas llamadas "mestas" (la palabra proviene de “mixtas”, “mezclas”, y el nombre inicialmente designaba los pastos comunales), con el fin de tratar de los negocios concernientes a sus ganados y resolver sus conflictos.
Especial peso tuvo en esta organización la oveja merina (importada del Magreb), cuya lana, de gran calidad, fue el principal producto de exportación de Castilla a toda Europa durante siglos. De gran importancia era también la oveja churra, valorada por su carne. Los principales mercados eran Medina del Campo y Burgos.
La Mesta es considerada una de las agrupaciones corporativas o gremios más destacados de Europa en la Edad Media y el primer gremio ganadero.
Pronto la Mesta se convirtió en un organismo muy poderoso, gracias a los privilegios que los reyes le fueron concediendo, debido a la creciente relevancia de la lana en la economía de Castilla. Ello generó numerosos y largos pleitos con los agricultores.
La Mesta desaparecerá en 1836 cuando fueron abolidos los gremios.