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III Domingo de Cuaresma, Ciclo B.
“no conviertan en un mercado la casa de mi Padre”
Jn. 2, 16
El ser humano según el relato bíblico, es imagen y semejanza de Dios, sin embargo, se ha ido desfigurando, deformando al punto de establecer relaciones injustas consigo mismo, con los demás, con la creación, con Dios. Hemos permitido la entrada de cambistas en nuestra conciencia y la hemos adormecido.
Muchas veces hemos convertido nuestras vidas y las de los demás en moneda de cambio que desdibujan el cuidado y respeto a la vida como el bien más preciado. Sin una guía, el ser humano se extravía; sin una comunidad que lo soporte-sostenga se debilita; sin Dios, se pierde en los ídolos.
Estamos convencidos que no pasa nada por dejar a un lado aquello que es esencial en nuestras vidas. Hemos asumido comportamientos contrarios al evangelio, y los solemos justificar aun viendo que nos destruyen, que nos despersonalizan. Hoy Jesús llega con autoridad al templo de nuestras vidas. Viene a restablecer la sacralidad de nuestra vida interior y echar por tierra nuestros caprichos que nos alejan de Dios y su reino.
Meditación por: Eduard Alberto Padilla Moncada, Pbro.
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