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Job 23:1-12
Vv. 1-7.Job apela al justo juicio de Dios tocante a sus amigos. Quiere que su causa sea juzgada con prontitud. Bendito sea Dios, podemos saber dónde hallarlo. En Cristo está reconciliando consigo al mundo y en un trono de gracia espera mostrar su bondad. El pecador puede acudir y el creyente allí puede ordenar su causa ante Él, con argumentos tomados de sus promesas, su pacto y su gloria. La espera paciente por la muerte y el juicio es nuestra sabiduría y deber y no puede ser sin santo miedo y temblor. Desear apasionadamente la muerte y el juicio es pecado y necedad nuestra y no nos corresponde, como le pasó a Job.
Vv. 8-12.Job sabe que el Señor está presente en todas partes, pero su mente está tan confundida que no puede contemplar fijamente la presencia misericordiosa de Dios para hallar consuelo al exponer su caso ante Él. Sus puntos de vista son todos sombríos. Dios parecía estar distante y enojado con él. De todos modos, Job expresa su seguridad de que si fuera enjuiciado sería aprobado, porque había obedecido los preceptos de Dios. Había saboreado las verdades y los mandamientos de Dios y se había deleitado en ellos.
Aquí debemos notar que Job se justifica él más bien que a Dios, o en oposición a Él, capítulo 32. Job podía sentir que estaba limpio de todos los cargos hechos por sus amigos, pero su error era afirmar osadamente que, aunque visitado por la mano de Dios, no era castigado por pecado. Es culpable de un segundo error cuando niega que la Providencia trate con los hombres en esta vida presente, en que el injuriado encuentra alivio y el malo es castigado por sus pecados.