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En un pequeño pueblo junto al mar vivía un niño llamado Jonás. Jonás era un niño curioso y aventurero que amaba escuchar las historias de los pescadores locales.
Un día, uno de los pescadores le contó la historia de un enorme pez que habitaba en las aguas profundas y oscuras del océano. Según la leyenda, este pez era tan grande que podía tragarse un barco entero.
La historia capturó la imaginación de Jonás, y desde ese día, soñaba con ver al gran pez con sus propios ojos. Todas las tardes, después de la escuela, Jonás corría al puerto y se sentaba en el muelle, observando las olas.
Un día, mientras Jonás contemplaba el horizonte, vio algo moverse en el agua. Era solo un destello, pero su corazón comenzó a latir más rápido. Pensando que podría ser el gran pez, Jonás decidió construir una pequeña balsa.
Con la ayuda de su abuelo, que también era pescador, Jonás creó una balsa resistente con madera, cuerda y un poco de tela. Una mañana, con el cielo despejado y el mar calmado, Jonás partió en su balsa hacia lo desconocido.
Navegó durante horas, sintiendo la brisa salada en su rostro y el sol calentando su espalda. Justo cuando pensaba que tal vez la leyenda no era más que un cuento, la balsa de Jonás se detuvo de repente.
Bajo la superficie cristalina, Jonás vio una sombra enorme que se movía lentamente. ¡Era el gran pez! Sin embargo, en lugar de estar asustado, Jonás sintió una profunda admiración por el majestuoso ser que tenía delante.
El gran pez, al notar la presencia del niño, nadó suavemente junto a la balsa, como si quisiera proteger al pequeño aventurero. Jonás observó maravillado mientras el pez se alejaba, regresando a las profundidades.
Con el corazón lleno de emoción y una sonrisa en el rostro, Jonás regresó a casa, llevando consigo una historia que ni siquiera los pescadores más viejos habían vivido.
Y así, la leyenda del gran pez continuó, ahora con un nuevo capítulo gracias al valiente Jonás, el niño que se atrevió a soñarlo.