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En la edición de 2018, el Comisario de la Bienal de São Paulo, Gabriel Pérez-Barreiro, propuso un modelo expositivo en el que se distribuía el poder de decisión y se daba prioridad a las influencias entre procesos y artistas. "Afinidades afectivas" fue como se tituló esta edición de la Bienal en la que la idea nuclear del proyecto era la mirada de los artistas sobre sus propios contextos creativos.
Así, siete artistas fueron invitados a concebir, cada uno, una exposición colectiva. La comisariada por Antonio Ballester Moreno fue una propuesta de diálogo entre su obra y otros referentes relacionados con la historia de la abstracción, la naturaleza, la pedagogía y la espiritualidad. El título fue “Sentido/Comum” y en ella participaron, además del propio Ballester Moreno, otros nueve artistas incluyendo a José Moreno Cascales.
Nuestro protagonista nació en Murcia, en el conocido como Huerto Manú, un negocio familiar con cuatro generaciones dedicadas a la floricultura. Al mismo tiempo, este lugar era mucho más que eso: un rincón de la huerta murciana que poseía una gran tradición literaria y artística. Lugar predilecto de un nutrido grupo de poetas. No resulta extraño, por tanto, que en ese Huerto de las Artes, como se le llamaba, surgiera la vocación artística de José Moreno.
Desde muy joven modeló con arcilla, comenzando así un oficio-afición que le acompañó siempre.
Dibujaba bocetos en cualquier superficie, en periódicos, hojas sueltas, en los cuadernos de sus hijas… Él no se presentaba como artista, aunque lo era de obra y de pensamiento.
Trabajaba el barro continuamente, y la escultura y las flores fueron su pasión; esculpió por pura necesidad vital.
Realizó estudios en varias instituciones relacionadas con las bellas artes donde tuvo como maestro, entre otros, a José Planes, y finalmente ejerció la docencia en la Escuela de Bellas Artes de Murcia.
En su trayectoria artística recibió varios premios locales y nacionales; entre ellos, la tercera medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes, en 1962. En cualquier caso, poca o ninguna importancia concedió a los premios, nunca buscó el reconocimiento social.
Totalmente alejado de los círculos comerciales no vendió jamás una obra, trabajaba para sí mismo, no podía concebir sus esculturas como elementos de mercado.
Falleció, con 72 años, en su casa, discretamente, como vivió, sin hacer ruido, sin interés por llamar la atención.