Lección 343 No se me pide hacer ningún sacrificio para encontrar la Misericordia y la Paz de Dios. Comentario de Sarah: La Navidad se acerca rápidamente y también el final de este año de Lecciones. Ha sido maravilloso ser testigo de la liberación del miedo, de la curación, de los milagros, de los instantes santos, de la paz, de la alegría, de la voluntad y de la disposición a perdonar. Con cada milagro que aparece para cualquiera, todos somos bendecidos como Un solo Ser. “El nuevo comienzo se convierte ahora en el foco central de nuestro programa de estudios. No hay duda con respecto a cuál es la meta, pero ahora se necesitan métodos específicos para alcanzarla. La rapidez con la que la puedes alcanzar depende únicamente de esto: que estés dispuesto a poner en práctica cada paso. Cada uno de ellos te ayudará un poco más cada vez que lo practiques. Y todos ellos juntos te conducirán más allá de los sueños de juicios a los de perdón, liberándote así del dolor y del miedo. Ninguno de estos pasos es algo nuevo para ti, pero todavía son ideas más que reglas por las que riges tu pensamiento. Por lo tanto, necesitamos ponerlos en práctica por algún tiempo, hasta que se conviertan en las reglas por las que riges tu vida. Nuestro propósito es ahora convertirlos en hábito, de modo que estén a tu disposición en caso de necesidad.” (T.30. IN.1) (ACIM OE T.30.I.1) Si bien todavía hay miedo y resistencia a medida que nos acercamos al umbral de la puerta del Cielo, también hay una confianza creciente. ¿De qué se trata el miedo? Esta Lección habla sobre el miedo a la pérdida y la creencia que tenemos de que tendremos que sacrificar nuestros propios intereses y deseos para tener la paz de Dios. Jesús nos asegura que Dios nos ha dado todo y nunca nos quita nada y por lo tanto, no hay nada que sacrificar excepto el sufrimiento y la carencia que son parte de la condición humana. Si Él sólo puede dar y nunca quitar, no se puede exigir sacrificio. Sin embargo, para nosotros existe el temor de que Dios nos quite algo cuando nos decidamos por Él y, por lo tanto, tememos perder lo que todavía valoramos. “Los maestros de Dios no sienten ningún pesar al renunciar a los placeres del mundo. ¿Cómo podría ser un sacrificio renunciar al dolor? ¿Lamentan acaso los adultos abandonar los juguetes que tenían de niños? Y el que ha vislumbrado la faz de Cristo, ¿podría sentir nostalgia por lo que ocurre en un matadero?” (M.13.4.1-3) Continúa diciendo que lo que sacrificamos cuando nos identificamos con el falso yo es la paz, la libertad, la esperanza del Cielo y el recuerdo del Amor de Dios. “¿Quién, en su sano juicio, escogería lo que no es nada como substituto de lo que lo es todo?” (M.13.4.10) Creemos que para recibir debemos pagar, y entonces sufriremos. Creemos que estamos llamados a sacrificar los placeres percibidos. De lo que nos damos cuenta cada vez más es de que estos placeres percibidos son la fuente del dolor. La única alegría real es conectar con la verdad de lo que somos. Cuando experimentamos la conexión con lo divino en nuestro interior, nada puede sustituir la alegría de esa experiencia. Jesús quiere que reconozcamos que ya hemos entregado lo que tiene un valor infinito, que es nuestro Ser eterno. Por supuesto, no es algo a lo que sea posible renunciar, pero nos volvimos inconscientes de nuestra realidad cuando elegimos separarnos y seguir los dictados del ego. Jesús nos ayuda a ver que el mundo al que hemos venido es “un mundo árido y polvoriento, al cual criaturas hambrientas y sedientas vienen a morir.” (L.PII.P13.¿Qué es un milagro?5.1) Culpamos a Dios por el sufrimiento que experimentamos en el mundo donde todo termina en la muerte. Le clamamos como si Él fuera responsable de nuestra condición. Le clamamos preguntando por qué nos hace pasar por este sufrimiento. Creemos que Él tiene algo que ver con ello, como un gigantesco titiritero en el cielo, que mueve nuestros hilos y nos trae duras lecciones para nuestro bien. Pero Jesús nos recuerda que es nuestra elección estar aquí y que todo lo que parece suceder es por nuestra propia petición y es lo que queremos. Somos nosotros los que montamos el drama en nuestro guión. Cuando estamos listos para volver a la cordura es nuestra elección. Generalmente es cuando llegamos a un lugar de desilusión, encontrando que nada en este mundo funciona para traer la satisfacción profunda que anhelamos. “Una voluntad aprisionada engendra una situación tal, que, llevada al extremo, se hace completamente intolerable. La resistencia al dolor puede ser grande, pero no es ilimitada.” (T.2.III.3.4-5) (ACIM OE T.2.II.48) Se nos ha dado la ayuda que necesitamos desde fuera de nuestro propio pensamiento limitado para liberar nuestra voluntad aprisionada. Se nos han mostrado los medios para deshacer todo lo que nos trae dolor. El perdón y los milagros preparan el camino para la Expiación. Dios no nos ha puesto aquí. Tomamos la decisión de separarnos, y luego olvidamos rápidamente que tuvimos algo que ver con ello, y en cambio, culpamos a Dios por abandonarnos a este mundo de dolor y sufrimiento. Sin embargo, Él sólo nos ofrece bendiciones. Él sólo da. En el mundo, pensamos que Dios da sólo para quitar. Decimos que cuando morimos Él nos lleva a casa. Pensamos que la resurrección viene a través de la muerte. Pensamos que Él es el que elige quién seguirá viviendo y a quién le llega la hora de morir. Creemos que la vida termina cuando morimos, y ahora debemos pagar por lo que le quitamos a Él cuando dejamos nuestro hogar en el Cielo. Vemos esto como parte del Juicio Final y como un proceso aterrador en lugar de la bendición, que es. Para el mundo, Jesús fue visto como si hubiera sacrificado su cuerpo por la vida eterna. Así, vemos que todo lo que viene de Dios requiere algún tipo de sacrificio. Sin embargo, una y otra vez, se nos asegura: “Decide en favor de Dios, y todo se te dará sin costo alguno. Decide contra Él, y escoges lo que no es nada, a costa de la conciencia de lo que es todo.” (M.13.8.2-3) Cada vez que atacamos a un hermano, negamos nuestra santidad y ya no nos sentimos seguros. No hay muerte, sólo vida eterna. “La muerte es el sueño central de donde emanan todas las ilusiones. ¿No es acaso una locura pensar que la vida no es otra cosa que nacer, envejecer, perder vitalidad y finalmente morir?” (M. 27.1.1-2) Sin embargo, así es como pensamos. Ahora estamos llamados a ponerlo en cuestión. Lo tomamos todo como la Voluntad de Dios, pero Jesús nos dice que ningún Creador amoroso querría esto. Estamos llamados a exhumar de nuestra mente todas las falsas nociones que tenemos sobre quién es Dios y quiénes somos nosotros. Sólo podemos hacerlo cuando investigamos nuestras creencias y miedos más profundos. Pensar que Dios tiene nuestra “insignificante vida en sus manos, suspendida de un hilo que él está listo para cortar sin ningún remordimiento y sin que le importe, tal vez hoy mismo.” (M.27.2.3) es temerle. Esta Lección nos dice que no nos hemos cambiado a nosotros mismos. “Aún soy tal como fui creado.” (L.343.1.8) Como tenemos las mismas características que Dios ya que somos una extensión de Él, simplemente no podemos perder lo que se nos ha dado. No podemos estar incompletos porque Dios está completo. Cuando nos sentimos menos que completos, inocentes y pacíficos, sabemos que estamos escuchando pensamientos falsos y sosteniendo creencias que son falsas. Jesús nos dice: “El sacrificio es una noción que Dios desconoce por completo. Procede únicamente del miedo, y los que tienen miedo pueden ser crueles. Cualquier forma de sacrificio es una violación de mi exhortación de que debes ser misericordioso al igual como nuestro Padre en el Cielo lo es.” (T.3.I.4.1-3) (ACIM OE T.3.III.21) Continúa...
@ReflexionesdeSarah Жыл бұрын
Continuación Reflexión L343... Nelson Mandela lo reconoció cuando dijo que sus enemigos tenían mucho miedo. Vio que, en su miedo, no podían hacer otra cosa que defenderse y atacar. Pidió misericordia y, a cambio, a través de la comisión de reconciliación, se dio misericordia porque él la dio. Se trataba de sanar el pasado. Cuando se cura el pasado, “Los milagros son como gotas de lluvia regeneradora que caen del Cielo sobre un mundo árido y polvoriento, al cual criaturas hambrientas y sedientas vienen a morir.” (L.PII.P13.5.1) Estamos llamados a liberar diariamente nuestros juicios y ofrecer misericordia a nuestros hermanos para que podamos conocerla por nosotros mismos. Esto no es un sacrificio, sino un regalo que nos hacemos a nosotros mismos. Creemos que tenemos que sufrir cuando nos hemos equivocado en nuestra vida y hemos hecho daño a alguien, pero el milagro “simplemente contempla la devastación y le recuerda a la mente que lo que ve es falso.” (L.PII.P13.1.3) Cuando hemos hecho daño a alguien, creemos que tenemos que hacer penitencia en lugar de elegir el perdón. Nos exigimos largos períodos de sufrimiento para estar suficientemente arrepentidos. O, si alguien nos ha hecho daño, ¿no queremos que sufra y expíe por el pecado que ha cometido contra nosotros? Sin embargo, esta Lección nos dice: “La salvación no cuesta nada.” (L.343.2.2), lo que significa que la misericordia y la paz están disponibles de inmediato. No se requiere nada más de nosotros que aceptar la Expiación para nosotros mismos y recordar que somos inocentes. La salvación no tiene ningún coste. No hay nada que pagar. No está reservada para aquellos que son especiales o merecedores. El amor es no-específico. El amor lo da todo a todos. Es universal. No hace diferencias. Refulge para todos. Nadie es más especial que otro. Todos somos inocentes. Todos podemos elegir ahora nuestra inocencia. Estemos hoy dispuestos a ver nuestros errores como errores y seamos misericordiosos con nosotros mismos y con los demás. Simplemente a través de nuestro Ser, debemos ser proveedores de paz en el mundo. Lo hacemos en nuestra voluntad de ser un instrumento de comunicación para el Espíritu Santo, para que Su luz pueda brillar a través de nosotros. Dios no nos exige nada. Sólo nos da. Cuando nos crucificamos por nuestra ira, nuestros errores, nuestros resentimientos, nuestras pérdidas, o crucificamos a los demás por las suyas, nos mantenemos en el infierno. Dios espera nuestra decisión de bajarnos a nosotros mismos, y a los demás, de la cruz. Nos da la bienvenida para que volvamos a casa y recordemos nuestra verdadera identidad. No hay ningún coste. No hay sacrificio. No hay demanda de penitencia de ningún tipo. Lo que te doy, lo recibo para mí. ¡Qué regalo! Ahora, sólo tenemos que reconocer que nuestro deseo nos devolverá a casa. Debemos liberar nuestro miedo a lo que creemos que nos exigirá la imagen iracunda del dios que nos inventamos. Este dios fue fabricado por el ego para mantenernos en un estado de sacrificio y miedo. Es un dios que da y quita la vida. Es un dios que el ego dice que está justificado para recuperar la vida que le robamos. No es el Dios amoroso, que nos ha dado todas las cosas y nos mantiene a salvo en Su abrazo, por siempre y para siempre. Amor y bendiciones, Sarah huemmert@shaw.ca
@saradiaz7879 Жыл бұрын
Belleza de reflexión, pura gratitud! ♥️🙌🏼✨😍
@ReflexionesdeSarah Жыл бұрын
Gracias!
@pilarnavarro5905 Жыл бұрын
Gracias ✨
@ana.martin-aragon Жыл бұрын
📘 *LECCIÓN 343* *No se me pide hacer ningún sacrificio para encontrar la Misericordia y la Paz de Dios.* 1. _El final del sufrimiento no puede suponer una pérdida. Darlo todo tan sólo puede aportar ganancias. Tú sólo das. Nunca quitas. Y me creaste para que fuese como Tú, de modo que cualquier sacrificio es algo tan imposible para mí como lo es para Ti. Yo también no puedo sino dar. Y así, todas las cosas me son dadas para siempre. Aún soy tal como fui creado. Tu Hijo no puede hacer sacrificios, pues es íntegro, al ser su función completarte a Ti. Soy íntegro por ser Tu Hijo. No puedo perder, pues sólo puedo dar, y así, todo es mío eternamente._ 2. La Misericordia y la Paz de Dios son gratuitas. La salvación no cuesta nada. Es un regalo que se debe dar y recibir libremente. Y esto es lo que queremos aprender hoy. ✨
@ana.martin-aragon Жыл бұрын
📘 *13. ¿Qué es un milagro?* 1. Un milagro es una corrección. No crea ni cambia realmente nada en absoluto. Simplemente observa la devastación y le recuerda a la mente que lo que ve es falso. Corrige el error, mas no intenta ir más allá de la percepción ni exceder la función del perdón. Se mantiene, por lo tanto, dentro de los límites del tiempo. No obstante, allana el camino para el retorno de la intemporalidad y para el despertar del amor, pues el miedo no puede sino desvanecerse ante el benevolente remedio que el milagro trae consigo. 2. En el milagro reside el don de la gracia, pues se da y se recibe cual uno solo. Y así, nos da un ejemplo de lo que es la ley de la verdad, que el mundo no acata porque es totalmente incapaz de entenderla. El milagro invierte la percepción que antes estaba al revés y de esa manera pone fin a las extrañas distorsiones que manifestaba. Ahora la percepción se ha vuelto receptiva a la verdad. Ahora puede verse que el perdón está justificado. 3. El perdón es la morada de los milagros. Los ojos de Cristo se los ofrecen a todos los que Él contempla con misericordia y con amor. La percepción queda corregida ante Su vista, y aquello cuyo propósito era maldecir tiene ahora el de bendecir. Cada azucena de perdón le ofrece al mundo el silencioso milagro del amor. Y cada una de ellas se deposita ante la Palabra de Dios, en el Altar Universal al Creador y a la Creación, a la Luz de la perfecta pureza y de la dicha infinita. 4. Al principio el milagro se acepta mediante la fe, porque pedirlo implica que la mente está ahora lista para concebir aquello que no puede ver ni entender. No obstante, la fe convocará a sus testigos para demostrar que aquello en lo que se basa realmente existe. Y así, el milagro justificará tu fe en él y probará que esa fe descansaba sobre un mundo más real que el que antes veías: un mundo que ha sido redimido de lo que tú pensabas que se encontraba allí. 5. Los milagros son como gotas de lluvia regeneradora que caen del Cielo sobre un mundo árido y polvoriento, al cual criaturas hambrientas y sedientas vienen a morir. Ahora tienen agua. Ahora el mundo está lleno de verdor. Y por doquier brotan señales de vida para demostrar que lo que nace jamás puede morir, pues lo que tiene vida es inmortal. ✨