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En 1958, tras constituirse la diócesis de Albacete y recibir el templo la consideración de catedral, su obispo, monseñor Arturo Tabera y Araoz, encarga a Casimiro Escribá, sacerdote valenciano y por aquel entonces presbítero de Ayora, como encargado de la decoración de los muros. Escribá tardó casi cinco años en tener terminadas las pinturas, comenzando el 2 de enero de 1958 y finalizándolas el 14 de octubre de 1962. Todo el trabajo lo realizó en su estudio situado en el ático de su casa, en Ayora, mientras continuaba con su labor como adjutor de la parroquia de dicha localidad. El resultado fue una de las mayores obras pictóricas realizadas por un único autor en todo el mundo y su coste, según publicaron los periódicos del momento, ascendió a tres millones de pesetas de la época. Dimensiones 967 metros cuadrados. La mayor obra pictórica mundial de un solo pintor.