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La Chiquita Piconera (Concha Piquer)
El pintor la respetaba,
lo mismo que algo sagrado,
y su querer le ocultaba,
porque era un hombre casado.
Ella lo camelaba con alma y vida,
hechizá por la magia de su paleta,
y al igual que una llama se consumía,
en aquella locura negra y secreta.
Y cuando de noche ,
Córdoba dormía,
y era como un llanto,
la fuente del Potro,
el pintor decía:
Ay!, Chiquita piconera,
mi piconera chiquita.
Esta carita de cera,
a mí el sentido me quita.
Te voy pintando, pintando,
al ladito del brasero,
y a la vez me voy quemando,
de lo mucho que te quiero.
Válgame San Rafael,
tener el agua tan cerca,
y no poderla beber.
Ella rompió aquel cariño,
y le dió un cambio a su vida,
y el pintor, igual que un niño,
lloró al mirarla perdida.
Y cambió hasta la linea de su pintura,
y por calles y plazas lo vió la gente.
deshojando la rosa de su amargura,
como si en este mundo fuera un ausente.
Y cuando de noche ,
Córdoba dormía,
y era como un llanto,
la fuente del Potro,
el pintor gemía:
Ay!, Chiquita piconera,
mi piconera chiquita.
To’ a mi vida yo te diera,
por contemplar tu carita.
Mira tú si yo te quiero,
que sigo y sigo esperando,
al ladito del brasero,
para seguirte pintando.
Válgame la soledad,
haber querido olvidarte
y no poderte olvidar.
Mira tú si yo te quiero,
que sigo y sigo esperando,
al ladito del brasero,
para seguirte pintando.
Válgame la soledad,
haber querido olvidarte
y no poderte olvidar.