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La Biblia es sorprendente; una de sus maravillosas revelaciones es descubrir la forma en que Dios usa a frágiles seres humanos con propósitos eternos. Vemos que Dios no siempre ha llamado a los más santos, los más fuertes o devotos para ser sus discípulos. De hecho, las escrituras aseguran que las personas a las que el mundo considera menos importantes en algunas oportunidades son las que Dios elige para cambiar los “estándares” actuales y establecer Su Reino.
Si bien es cierto que todos somos convidados a pasar por las puertas de la misericordia de Dios, aquellos que somos llamados al discipulado comprendemos con el tiempo que ser seguidores de Cristo es llegar a ser como Jesús, es decir, de alguna forma estar dispuestos en algún momento a perder la vida para encontrarla, pues no existe Cristianismo sin la Cruz.