Рет қаралды 52,331
La radiestesia o rabdomancia es una actividad pseudocientífica que se basa en la afirmación de que los estímulos eléctricos, electromagnéticos, magnetismos y radiaciones de un cuerpo emisor pueden ser percibidos y, en ocasiones, manejados por una persona por medio de artefactos sencillos mantenidos en suspensión inestable como un péndulo, varillas "L", o una horquilla que supuestamente amplifican la capacidad de magnetorrecepción del ser humano.
"Radiestesia" es un neologismo construido a partir de dos términos: el latino radium: ‘radiación’ y el griego aesthesia: ‘percepción por los sentidos’ o ‘capacidad de sentir’ (de aesthesis: ‘percepción’).
La palabra "rabdomancia" proviene del griego rhabdos: ‘vara’ y manteia: ‘adivinación’. Este término fue acuñado en 1785.
Un zahorí, a veces llamado radiestesista o rabdomante, es alguien que afirma que puede detectar cambios del electromagnetismo a través del movimiento espontáneo de dispositivos simples sostenidos por sus manos, normalmente una varilla de madera o metal en forma de "Y" ó "L" o un péndulo. Los zahoríes afirman ser capaces de detectar la existencia de flujos magnéticos o líneas ley,4 corrientes de agua, vetas de minerales, lagos subterráneos, etc. a cualquier profundidad y sustentan la eficacia de la técnica en razones psicológicas, y los movimientos de los instrumentos por el efecto ideomotor.
Teosofía de la liberación
El padre José María Pilon, SJ, es un cura de clergyman, elegante y afable. Nos propuso un tuteo que no terminaba de salirnos, señal de que la barba salpimentada que se está dejando para ir a misiones al Marañón empieza a provocar los efectos apetecidos de imponer respeto al aborigen. El padre Pilón es un pozo de ciencia paranormal y un experto en radiestesia (sensibilidad especial para ciertas radiaciones). No pudimos citarnos de inmediato porque la obligación le requería en una finca donde ha descubierto agua. Apresurémonos a advertir que don José María no es un zahorí, aunque su segunda vocación le venga de otro jesuita que localizaba objetos ocultos con una vara de avellano. La diferencia entre esta Práctica y la del radiestésico radica en que este último no necesita desplazarse al terreno para la exploración: le basta con pasear el péndulo sobre un plano del lugar. Aquellos primeros intentos del catecúmeno Pilón, hace ya 35 años, tuvieron un éxito inmediato y estimulante, y hasta hoy.Nos interesaba saber cómo contempla la jerarquía estos portentos. "Actualmente lo acepta bien. Al ser consecuencia de facultades naturales, la autoridad no está en contra; al revés: la parapsicología ha despertado el interés de la Iglesia, y en el Vaticano existe un laboratorio que la estudia", dijo. Nos indica el padre Pilón que la Santa Sede condecoró en su momento a Friedrich Jürgensson, pionero en psicofonías (voces enigmáticas que se graban en un magnetófono instalado en lu gares silenciosos y solitarios) y que Benedicto XIV ensalzó los trabajos de otro significado precursor, el abbé Mermet. Reconoce que rnu cha gente que acude a él en casos de enfermedad o de familiares desaparecidos "recurre más al sacer dote que al hombre, porque piensan que en aquél hay una mayor garantía de veracidad". Atribuye la creciente aficion por la parapsicología, "de la que la frivolidad va de sapareciendo", más que al miedo, á una curiosidad por escudriñar la cara oculta de la muerte.
Sitúa el origen dé la inquietud por lo paranormal, en España, en los años 1970-1971, coincidiendo con la aparición en la cocina del matrimonio Pereíra de una desaso segante iconología conocida como las caras de Bélmez. Admite que un enfrentamiento entre hombre y cosmos, añadido al vacío de creen cias trascendentes, predispone a prácticas que termúnan asimilándose a una pseudorreligión, con riesgo de un posible deslizamiento hacia las sectas esotéricas.