Lago Todos los Santos. PN Vicente Pérez Rosales

...comisuras de sus labios ansiosos por completar satisfactoriamente su explicación. Cuando termina parece que perdiera el interés de súbito, se despide de mí chocando la mano y continúa su camino reanudando el ritmo alegre y despreocupado que yo interrumpiera pocos minutos antes.
Encuentro el Hotel varias cuadras más abajo, después de preguntar a otro vecino que reconoce rápidamente mi acento.
-De qué parte de España eres. -Me pregunta sin dudar.
-De Murcia. -Le digo.
-Yo viví en Barcelona diez años. Ojalá pudiera volver.
En la recepción aguarda una señora mayor despistada, descuidada y jocosa que me ofrece la habitación 8 por quince mil pesos. Creo que es lo más económico que voy a encontrar aquí y la acepto. Me permite utilizar la pequeña cocina del hotel y me muestra el cuarto de baño. Mi habitación da a un patio y es más fría que la calle misma, pero la señora, que exhibe un aspecto tan estrafalario que parece estar caracterizada para interpretar un papel en una obra de teatro experimental, me proporciona una manta adicional. Creo que voy a abrigarme como si fuera a ascender una montaña porque no quiero resfriarme en el remoto hemisferio sur.
Después de acomodarme en el hotel he ido a la terminal de autobuses para informarme de la combinación hasta la Reserva. Va a ser imposible llegar. Mañana es domingo y el bus solo llega a Molina, que aún queda muy lejos. Además, aunque llegara al Parque, no hay forma hospedarse, y no podría volver a Curicó porque en invierno solo hay un autobús diario. Así que mañana voy a Talca, a ver si tengo más suerte y puedo visitar la Reserva Altos de Lircay. Estos son los inconvenientes de viajar en invierno sin vehículo particular. No obstante, merece la pena parar a conocer estos pueblos de camino a Villarrica y Pucón, mientras voy adentrándome en el Valle Central.
He comido un guiso de carne de vaca -“plateada en su jugo”-, con cebolla, pimiento y zanahoria que estaba exquisito. La comida es buena, abundante, la gastronomía muy variada y los precios muy razonables. Antes de volver al Hotel he parado a sentarme un rato en el parque. Una señora se ha acercado a mí ofreciéndome la verdad irresistible de los evangelios, convencida de que me arrepentiría toda mi vida si declinaba la invitación. Aunque no era la idea violentarla parando su inercia y su habilidad para predicar al asalto, no me apetecía fingir que hace ya muchos años que entendí perfectamente en qué consiste mi ateísmo y que los nuevos datos que me ofreciera no iban a hacerme cambiar de opinión. Tiene el pelo enmarañado y salvaje como la tierra chilena, un sutil matiz indígena en sus facciones y medio diente de oro que le proporciona un ornamento bicolor seguramente inédito para la odontología occidental. Hace falta un poco más de oro para completar esa dentadura, tan en ruinas como el antiguo edificio que hay justo detrás de ella, cascado como una nuez por el terremoto de 2010.
5 de julio. Chillán
Según desciendo siento como el magnetismo del polo me atrae con más fuerza. Me quedaré en Puerto Montt porque las condiciones climáticas se endurecen con rapidez. De hecho, esta noche ha comenzado a llover a las cinco de la madrugada en Curicó y no ha parado hasta que he salido de Talca a las doce.
La idea era llamar a Casa Checa desde la estación de Talca para que los alemanes que la regentan me recogieran en San Valentín, ya que el bus no llega hasta las cabañas. Pero no contestaban a las llamadas ni tampoco lo han hecho al correo electrónico que les envié ayer, así que he seguido hacia Chillán. No he podido disfrutar del paisaje andino durante el viaje porque el cielo estaba muy encapotado y había muy poca visibilidad. No obstante, junto a la panamericana seguí reproduciéndose el mismo patrón de ranchos de vacas, viñedos, grandes árboles, aserraderos donde guardan apilados troncos de diversos calibres y puestos de venta de maquinaria rural.
Chillán es una ciudad completamente plana de amplias avenidas, más moderna y colorida que Curicó, y a la vez creo que más pintoresca porque la gente viste grandes ponchos, utilizan expresiones que no había escuchado hasta ahora y algunos hombres llevan sombrero de vaquero. Parece que no voy a tener ningún problema para llegar al valle de las Trancas mañana, porque está muy bien conectado debido a la popularidad de las termas y la cercanía de la estación de esquí.
Me hospedo en el hostal Canadá en una habitación doble, que era la única que quedaba libre. El local lo regenta una señora mayor pequeñita de trato maternal muy atenta. Las arrugas de la cara se le aglutinan en torno a la boca, como si ésta hubiera sido sustituida para el nudo que mantiene a presión el aire de un globo.
-¿Y cómo van las cosas por España? -me pregunta.
-Mal hasta que no se larguen la panda de ladrones que gobiernan.
-Pero eso pasa en todas partes, mi hijo. -Me dice. -Además, ustedes tienen reyes. -Continúa mientras agrava la expresión de lástima en su cara. -Y esos si que son unos ladrones que...